Empieza, para muchas personas, “un nuevo comienzo”. Nuevos propósitos que cumplir, nuevas metas que alcanzar, nuevos obstáculos que superar y, todo ello, con muchas ilusiones y expectativas por el camino a recorrer. Para otras personas, quizá esas expectativas no están tan a flor de piel como nos gustaría ya que nos enfocamos en cumplir objetivos por lo que “se debe” y no por lo que realmente queremos.

Aunque muchas veces, no tenemos idea de qué es lo que realmente queremos por lo que es más fácil ir cumpliendo expectativas de las personas que “sí saben lo que necesitamos”. A veces somos nosotrxs mismxs los que nos boicoteamos justificando acciones porque, claro, tenemos que alcanzar objetivos “seguros”. Cuando en realidad en esta vida lo único seguro es que en algún momento nuestra vida se terminará. Si es así y tenemos la muerte presente (como amiga, no como enemiga), ¿no será mejor hacer lo que realmente nos llena?

Vengo a decirte que no pasa nada por no saber qué es lo que realmente te apasiona, vengo a empujarte a que sigas tu instinto, vengo a pedirte que no tengas miedo a equivocarte porque, pese a que nos enseñaron que el error es malo, es indispensable para estar más cerca del acierto. Más cerca de ti.

No te preocupes si sientes que pierdes el tiempo porque, quizá, necesitas etapas en las que parece que nada avanza y andas sin rumbo y a la deriva. Pero es, en esa misma deriva, cuando en algún punto crucial de ti puedes encontrar tu propio puerto para aprender a no juzgarte “por el tiempo que puedas perder”.

Nunca pierdes. Todo tiene un para qué.

Cada persona tiene sus propios tiempos, respétatelos. Y si te permites ir a la deriva, tarde o temprano, quizá puedas encontrar lo que has venido a hacer.

Pero para ello, para poder descubrir cuál es tu propósito, primero tendrás que tener la valentía de conocerte. Porque será en ese descubrimiento cuando podrás empezar a hallar las respuestas que tanto buscabas. 

No tengas miedo a conocerte en el silencio porque es ahí donde puedes ser más tú. No yendo hacia afuera, no conociendo mucha gente, ni diciendo que sí a todo. Sino desde dentro, en soledad contigo, ese “no” para el resto pero “sí” pleno para ti.

En ese momento es cuando nos daremos cuenta de que tenemos la llave para conocer quiénes somos en esencia, y es ahí donde se encuentra la mayor incógnita de nuestras vidas, la que, paradójicamente, trabajamos menos por despejar.

Para finalizar permíteme decirte que la iremos respondiendo si empezamos por soltar el miedo a sentir ese vacío existencial. Cuando nos permitamos experimentar a través de él despejaremos no solo esa incógnita de quiénes somos sino que, gracias a ello o en consecuencia de, se abrirá la puerta hacia la respuesta de nuestro para qué.

Ian Suárez