RESPECTO A LA HISTORIA

Cal Gastó es uno de los pocos conjuntos arquitectónicos representativos de la organización social y económica ancestral que sobrevivió en Andorra hasta principios del siglo XX. En este sistema, «la casa», entendida como unidad familiar, era una institución hereditaria vinculada a la producción agropecuaria que permitía el desarrollo de una economía en gran parte autosuficiente y prácticamente de subsistencia.

Aunque la primera referencia documentada de la familia Gastó en Canillo data de 1428, cuando se menciona a Ramon Gastó Abella como Cónsul de la parroquia de Canillo y miembro del Consell de la Terra, cabe suponer que la familia ya estaba asentada en el territorio desde hacía más tiempo. En un documento del archivo parroquial de finales del siglo XIV ya se menciona la casa en una reunión para repartirse los pastos.

La casa era el edificio alrededor del cual giraba todo el universo familiar, y las diferentes generaciones que han vivido en ella la han ido transformando y ampliando hasta hoy. De acuerdo con las inscripciones grabadas en el mismo edificio, como mínimo se señalan tres reformas o ampliaciones importantes: la de 1619, con la fecha grabada en el marco de madera de la puerta de la habitación principal de la casa, y las de 1701 y 1828, con las fechas grabadas en sendas piedras de la fachada. A principios del siglo XX, además de la casa y las tierras, todo el conjunto de Cal Gastó incluía varias edificaciones anexas de carácter agrícola y ganadero, como la era, la ereta, un pajar y las bordas del valle de Incles.

Todas las transformaciones a lo largo de los siglos cristalizaron de manera orgánica en el edificio hasta que, tras los trágicos hechos de 1943, la casa quedó cerrada. Fue en 2016 cuando los herederos de la familia decidieron devolverle la vida y afrontar una nueva rehabilitación y reforma que permitiera adaptarla a los usos actuales. En 2018, el Gobierno de Andorra acordó incluir la Casa y el conjunto de las dos eras asociadas en la sección segunda del Inventario General del Patrimonio Cultural de Andorra, como Bien Inventariado.

En este contexto, la primera visita a la casa para conocerla y comenzar el proyecto de rehabilitación fue impactante, al entrar en una vivienda congelada en el tiempo 75 años atrás. El encargo, transmitido con gran sensibilidad y emoción por parte de los herederos, era hacer un proyecto digno del edificio. La reforma debía conectar con el pasado de la casa, respetando tanto la historia como el legado patrimonial constructivo que teníamos ante nosotros. Al mismo tiempo, la actuación debía entenderse como un paso más en las sucesivas adaptaciones del edificio a las nuevas condiciones de cada época.

Por lo tanto, la propuesta se trabajó de manera que se conservaran y valoraran no solo los rasgos característicos que explican la tipología y las técnicas constructivas propias de la

Andorra anterior al siglo XX, sino también aquellos elementos más sutiles y subjetivos, como las texturas y la luz, que otorgan a la casa su carácter único.

A grandes rasgos, la casa se caracteriza por grandes muros de carga de piedra colocada con mortero de barro que forman dos crujías que se repiten desde la planta baja hasta la cubierta. Mientras que la crujía de levante va de norte a sur, la de poniente está dividida por otro muro que también llega hasta la cubierta. El sistema estructural horizontal y la cubierta están formados por techos ligeros de vigas y tablones de pino negro.

Originalmente, en el interior, los usos estaban bien segregados por el muro maestro central, de modo que en la gran crujía de levante se encontraban los espacios más representativos de la casa, como la entrada, el soler y la sala superior con algunas habitaciones, mientras que en los pequeños espacios que formaban las crujías de poniente y en los anexos se reservaban las estancias más secundarias o utilitarias, como la bodega y el establo en la planta baja, la habitación principal y el amasadero con el horno en la primera planta, y otra habitación, la despensa y granero en el espacio de la casa principal.

El proyecto propone retirar las pequeñas estancias de construcción más reciente que dividían la crujía principal con tabiques de madera y recuperar la estructura esencial de la casa definida por los muros maestros de piedra. A partir de aquí, se ha distribuido el nuevo programa asignando un uso independiente a cada espacio. En las dos crujías de la casa, en la de levante se ubican las zonas de día y de uso comunitario, mientras que en la de poniente se reservan los espacios para las habitaciones. En la planta baja, donde estaban la bodega, el granero y el establo del caballo, se ha creado un pequeño spa y zona de aguas. En cuanto a los techos, se ha reforzado y conservado toda la estructura de vigas y entrevigas original, destacando especialmente algunos sencillos artesonados en los espacios originalmente más nobles. Además de mantenerlos como testimonios constructivos de diferentes épocas y estilos, se valoraba positivamente la sensación de ligereza y elasticidad que ofrecen al caminar sobre ellos, en contraste con la pesadez y rigidez de los gruesos muros de piedra.

Con el objetivo de satisfacer las aspiraciones básicas de confort sin comprometer la conservación patrimonial, se identificaron los espacios con mayores requisitos de confort, como las habitaciones y la zona de aguas, y se diseñaron envolventes que permitieran incorporar espesores importantes de aislamiento. Así, las habitaciones se diseñaron de modo que cada una dispusiera de una zona de acceso que conserva la piedra y los pavimentos originales, y por tanto también el aire más antiguo. En cambio, la zona de la cama se convierte en una caja de madera contemporánea y pulcra que permite aislar las paredes y crear un espacio burbuja confortable que también incluye los baños, realizados con cerramientos de madera y vidrio. Las paredes de la caja, desde la cama, se convierten en un marco que enfatiza la vista de un fragmento de la fachada y las ventanas originales de la casa.

Por otro lado, en las zonas más representativas, donde se desarrollan actividades de socialización, se quiso respetar la materialidad de la estructura, los acabados y revestimientos originales. De esta manera, en la gran crujía de levante se han preservado las texturas y sensaciones de la casa primigenia, dejando los muros de piedra y los enlucidos con mortero de cal.

En cuanto al volumen exterior, el objetivo ha sido conseguir que la intervención interior pasara completamente desapercibida, de modo que desde fuera no se percibe ningún tipo de actuación en toda la fachada. Para lograrlo, se ha dedicado un gran esfuerzo a restaurar las ventanas originales, que son un compendio de la evolución de la ventana de madera en la historia de la construcción andorrana.

Cal Gastó conserva ventanas sin cristal desde la Baja Edad Media, con triple contraventana y molduras en el marco, hasta las primeras ventanas con cuarterones y cristales simples clavados procedentes de Francia. Para compatibilizar la conservación de estas carpinterías con la mejora de las prestaciones térmicas y acústicas necesarias, se optó por restaurar y mantener las ventanas originales en su posición, y diseñar un sistema de nuevos marcos fijados al muro por la cara interior, que soportan carpinterías de acero de sección muy estrecha, imperceptibles desde el exterior, y que enmarcan las ventanas originales.

Proyecto: ALTURA ARQUITECTES, Llamazares Pomés
Dirección de obra: ALTURA
Instalaciones: ATECI
Constructora: Construcciones Llesuí
Fotografías: Rafael Vargas
Textos: Altura