La salud mental es, según la Organización Mundial de la Salud, un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos.
Es un derecho fundamental y es esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico.
Se ha recorrido un largo camino desde las explicaciones sobrenaturales y los tratamientos inhumanos hasta llegar a la actualidad, donde la salud mental tiene un enfoque científico, haciendo hincapié en los derechos humanos y en el bienestar integral de las personas.
En este momento estamos en un proceso de desestigmatización, donde se está tomando conciencia de la importancia de cuidar la salud mental y esto conlleva que la sociedad reivindique el derecho a la salud con actuaciones que vayan más allá de la mera asistencia.La convivencia del modelo asistencial con el modelo comunitario sería lo ideal y trabajar la salud mental desde la prevención y desde la promoción.
La prevención es imprescindible, es un conjunto de estrategias y acciones cuyo objetivo es evitar la aparición de problemas de salud mental, así como promover el bienestar mental en la población. Se centra en identificar qué determinantes individuales, sociales y estructurales afectan a la salud mental. Dirigidas a individuos, a grupos específicos o a poblaciones enteras.
La promoción de la salud mental ha de realizarse desde las primeras etapas de la vida, incluso más allá del momento del nacimiento y el establecimiento del vínculo durante la planificación familiar y entre generaciones, y hasta el final.
Vivimos en una sociedad cada vez más compleja y con más exigencias a nivel emocional. Caracterizada por el individualismo, la competitividad, la productividad, el éxito, el dinero… lo que, muchas veces, nos lleva al desarraigo, la conflictividad, la marginación, la soledad, incluso, la exclusión social. Y sí, todos estos factores comprometen nuestra salud mental.
Cambiar el paradigma y fomentar un contexto que promueva la recuperación del tejido social, de redes formales e informales de relaciones sociales y de apoyo mutuo, formado por los grupos de familiares, vecinos, grupo de creencias religiosas, como forma de sostén entre los ciudadanos que promuevan las interacciones sociales positivas, la calidad de vida, la seguridad, la cohesión social, facilitadores éstos de entornos favorables y de protección es indispensable.
Existen tres niveles de prevención pero nos centraremos en la prevención primaria, que se enfoca en evitar la aparición de problemas de salud mental en la población general.
Las estrategias son la promoción del bienestar mental con programas de educación sobre salud, campañas de sensibilización y reducción del estigma asociado a los problemas de salud mental; desarrollo de habilidades para la vida para enseñar a las personas habilidades para afrontar el estrés, resolver conflictos, tomar decisiones y comunicarse de forma efectiva.
Y las intervenciones tempranas que permitan identificar y abordar los factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de desarrollar un problema de salud mental, como la pobreza, el abuso o la negligencia.
Tal y como describió inicialmente Antonovsky (1987) y más tarde Eriksson y Lindstrom (2008), el desarrollo de la vida se puede asemejar con el paso por un río, donde se puede “salvar a la gente de ahogarse” -perspectiva curativa-, “colocar barreras para evitar el riesgo o salvavidas para evitar ahogarse” -perspectiva de protección y prevención-, “enseñar a nadar” -perspectiva de educación y promoción de la salud- y “nadar adecuadamente, conociendo las opciones y condiciones de la corriente” que es el objetivo último de la promoción de la salud (Rivera, Ramos, Moreno & Hernán, 2011).
Centrándonos a nivel individual, el autocuidado emocional es fundamental para nuestro bienestar. Es diferente para todos y es importante descubrir qué es lo que cada uno necesita y disfruta. Podría ser necesario intentar diferentes cosas hasta descubrir qué funciona mejor con cada uno.
La evidencia científica sostiene que un alto nivel de bienestar está asociado con un funcionamiento positivo y que éste incluye pensamiento creativo, buenas relaciones interpersonales, capacidad de afrontamiento ante la adversidad. En cambio, las personas con un nivel bajo de bienestar tienen un peor funcionamiento, peor salud y peor esperanza de vida, lo que predice mayor frecuencia de uso del sistema sanitario.
La promoción de la salud y la prevención es proactiva.
Desarrollar las competencias emocionales; fomentar las relaciones sociales sanas, de apoyo y de calidad; tener un propósito; definir nuestras metas; tener estilos de vida saludables, como hacer ejercicio con regularidad, consumir alimentos saludables, dormir lo suficiente; dedicarse tiempo; continuar aprendiendo, redescubrir aficiones; aprender cosas nuevas; practicar una actividad relajante fortalecerá nuestras capacidades para actuar ante las dificultades y prevenir los factores de riesgo en torno a nuestra salud mental.
Aprender a reconocer que cuando sintamos que algún aspecto de nuestra vida nos está afectando de una manera más intensa de lo normal y de forma recurrente atendamos estos avisos y pidamos ayuda. Lo más importante es que, sobre estos factores, la persona puede actuar.
Cuando se trata de nuestra salud mental es importante saber que debemos acudir a profesionales adecuados.
Nena del Rosario.