Nuestra vida va en quinta de forma automatizada. Lo hacemos como un mecanismo tan automático que no nos damos cuenta de que vamos a mucha velocidad.

Vamos con prisas a todos lados, sin apenas observar lo que la vida nos ofrece en ese instante. Y sin ser, muchas veces conscientes de ello, perdemos nuestro presente por esa misma razón.

Supongo que regirá la forma educativa en esto. Esa competitividad sosegada y ese imperativo de alcanzar el primer puesto formaba parte del protagonismo en la escuela.

Quizá, nuestro “corre corre” se deba a que lo queremos todo a nuestra manera de forma inmediata. Sin duda nos falta por trabajar la paciencia para así dejar de vivir en el futuro.

Correr implica no estar dónde tenemos que estar en ese instante presente que la vida nos esta ofreciendo en forma de experiencia.

Quizá, pueda ser nuestra falta de compromiso con nuestra vida interior porque la clave de la motivación es el motivo. Si no tenemos claro nuestro motivo de empuje, nos quedaremos ancladxs viviendo una vida rutinaria y convencional.

Nuestro motivo viene desde nuestro interior, solo y cuando conectemos con nuestro “para qué” tendremos la posibilidad de encender ese fuego que aguardamos adentro, esperando a ser sentido.

Como dice Stephen R.Covey:

“Toda persona tiene una vocación o misión específica en la vida.

Toda persona debe llevar a cabo un designio concreto que exige su cumplimiento. Por ello es irreemplazable, y su vida, irrepetible. De este modo, la tarea de cada persona es única, así como la oportunidad específica de realizarla.”

Quizá, cuando encontremos nuestro motivo interior, reduzcamos la marcha porque sabemos a dónde tenemos que ir, así la motivación trabaja a nuestro servicio dándonos tiempo de calidad, aprendiendo en el camino pero, sobre todo, comprendiendo que si no descubrimos para qué hemos venido, no podremos hacer otra cosa más que correr. Como si fuéramos en busca de  algo, pero que en realidad ese algo, aguarda dentro de nosotrxs.

Ian Suárez