A través de mi trabajo como consultora me llegan muchos proyectos de empresas procedentes de sectores totalmente diferentes. Cada vez que abordo uno nuevo, la sensación de cosquilleo y nerviosismo es maravillosa. Rápidamente, la mente se pone a trabajar y se convierte en un batiburrillo de ideas desordenadas y algo caóticas. Poco a poco la realidad se impone y toca comenzar la tarea. La información es tanta y tan variada que muchas veces no sabes por dónde comenzar: qué será lo más importante para el cliente, qué deberías priorizar, cómo presentarás los resultados…

A continuación te dejo una serie de pautas que me han ayudado mucho a la hora de empezar con un proyecto. Se trata de una lista abierta a la que puedes añadir o quitar lo que más te convenga, porque en esto del análisis estratégico, como en la vida, no hay verdades absolutas.

  1. Haz una tarea tras otra. Si la tarea te resulta ardua, divide. Divide todas las veces que necesites hasta obtener varias tareas que consideres que puedas afrontar. Entonces empieza de una en una.
  2. Sumérgete en el asunto. Cuando te enfrentas a un reto debes observarlo detenidamente, intenta buscar ángulos diferentes, matices. Se trata de encontrar la tercera cara de la moneda. Estudia y analiza cualquier dato que te parezca relevante para tu proyecto y bucea entre toda la información que poseas. Agradece las opiniones y soluciones de los demás, y esfuérzate por  incorporar la tuya propia.
  3. Aprende a escuchar de forma atenta, con tus seis sentidos. No intentes imponer tu punto de vista, decía Saramago que el trabajo de convencer a otro es una falta de respeto.
  4. Haz preguntas. Tiene mucho que ver con el punto anterior, y es la manera de cultivar tu curiosidad. Pero no dirijas tus preguntas intentando condicionar la respuesta. Formula preguntas abiertas y permite que tu interlocutor se exprese interviniendo únicamente en caso que se desvíe del tema a tratar.
  5. Distingue lo nimio de lo importante. No acometas una tarea sin realizar un análisis previo. Sabes que hay que actuar, que debes resolver algo pero, antes de lanzarte a la piscina, haz un breve análisis para poder priorizar. De esta manera evitarás pérdidas de tiempo.
  6. Acepta el cambio como algo inevitable. Es un hecho: nuestras células se regeneran entre cada dos y cuatro días. Lo que hoy es útil, mañana puede ser un estorbo. Si estás trabajando y de repente encuentras un hecho que modificará todo tu análisis, no lo niegues; asúmelo. El trabajo realizado servirá para algo aunque ahora, a raíz del nuevo dato, debas modificar tu enfoque inicial.
  7. Acepta los errores. La importancia del error es el aprendizaje que queda. No insinúo que equivocarse sea una experiencia maravillosa, pero errar es inevitable. Durante mis años de experiencia, no he conocido nunca a nadie que no haya cometido un error. Lo que caracteriza a un gran profesional es cómo reacciona ante el error cometido. El gran profesional no se hunde ni se lamenta, corrige.
  8. Dilo de forma simple. No intentes ser retórico. Muchas veces por vanidad, tratamos de impartir una clase magistral en vez de hablar de forma sencilla. ¿Te ha pasado alguna vez que durante una conferencia algún oyente formula una pregunta que más que una pregunta es una tesis en sí misma? A mí me suele suceder con frecuencia. Habla de manera clara, concisa. Evitarás malos entendidos y crearás un clima de confianza.
  9. Mantén la calma. Suena el móvil, debes contestar varios correos antes de que finalice la jornada, surge un imprevisto que debes atender inmediatamente y que no admite ser pospuesto, te interrumpe un compañero justo cuando se empezaban a aclarar las ideas …. ¿Te suena? Cuanto antes asumas que el día tiene 24 horas para todos mejor, no puedes aumentar ni estirar la jornada. La solución es respirar hondo, tomar aire profundo y volver al punto uno de esta lista.
  10. Sonríe. ¿Conoces la sonrisa de Duchenne?. Fue llamada así por el médico francés Guillaume Duchenne, es la sonrisa más sincera de todas. En ella intervienen una serie de músculos situados en la zona de las mejillas y de los ojos, y nos hace ofrecer un aspecto de confianza, de amigabilidad. Pero la verdadera sonrisa no solo sirve para agradar a los demás, es también muy importante para generar confianza en nosotros mismos haciéndonos sentir mejor. Así que… ¡plántate delante del espejo todas las mañanas y sonríe!
Marta de León, economista y consultora
www.optimia.pro