A medida que crecemos y maduramos nos vamos dando cuenta de TODO. Nos vamos convirtiendo en máquinas analizadoras de nosotros mismos. En algunos casos nos convertimos en nuestros más crueles jueces.
Cuando al mirarnos en el espejo atisbamos esos primeros destellos en nuestro pelo comienza la cuenta atrás; las preguntas, los listados, las evaluaciones… Comienza una auditoría constante sobre nosotros mismos.
Retos, objetivos y logros, y cómo no, su acompañante, el tiempo.
Al principio las llamamos líneas de expresión y con el tiempo nos dimos cuenta de que muchas veces nuestra expresión dependía de ellas y no al contrario. Esas líneas, fijas, perennes en nuestro rostro son el mismísimo reloj de arena que se vuelca por vez primera. Con ellas llegan las categorías. Sí, sí, las categorías cual asignaturas de instituto fueran. El amor, el dinero, los objetivos personales, los profesionales, la familia, los amigos, el deporte, etc.
Cada cual marca aquellas en las que se ha matriculado pero todos intentamos ponernos nota cuando los destellos y esas líneas comienzan a ser parte de nosotros. En el amor, ¿estamos solteros? ¿Divorciados? ¿Lo hemos logrado? Con respecto al trabajo, ¿tenemos? ¿Nos gusta? ¿Nos da para además de cubrir gastos vivir? La familia, los amigos, el deporte…
En mi caso, mi relación con el deporte podría ilustrarse con unos bellos puntos suspensivos, y no porque sea algo que se sobreentiende o queda en el aire, sino porque ya no soy capaz de recordar cuántas veces me he apuntado al gimnasio o he empezado a caminar.
¡A las cosas por su nombre! Las canas y las arrugas no son un dedo enjuiciador, o por lo menos no deberían serlo. Cada vez son más las personas que en sus canas ven poder, experiencia y sabiduría. Mis canas me recuerdan que sigo aquí a pesar de todo, que he sido capaz de superarlo todo, que ya no soy esa niña llena de miedos que la paralizaban (cada día quedan menos).
Para mí, mis canas son, simplemente, un recordatorio. ¿Las arrugas? Supongo que las tengo pero no las veo. Soy incapaz de mirarme tanto al espejo como para detectarlas. A veces las noto al pasar un dedo por la cara pero dependiendo del lugar en el que me las encuentre me doy cuenta de que me he preocupado casi, casi por igual de lo que me he reído. También me doy cuenta de que debería usar gafas de sol…
A lo que iba… proyectos, retos, nuevos propósitos marcarán nuestra agenda del 2023. A mí me encanta coger la agenda nueva, virgen, sin tinta por mi parte y comenzar con ellos. Entre los míos estarán, sin duda, ustedes que me leen, estarán ellos que me acompañan, aquellos que nos apoyan. Nos marcaremos como reto que The Pocket Magazine siga siendo capaz de inspirar, como objetivo que el apoyo sea cada vez mayor para así lograr el proyecto de ir aumentando la familia, ese equipo que lleva ya tantos años acompañándonos.
Pero sobre todo, sobre todo, al 2023 le pido/le pedimos SALUD para quienes nos leen y para quien no lo hace, porque ella, y solo ella, es la que pone las oportunidades sobre la mesa. En nuestras manos está cogerlas o no.
¡Feliz y próspero 2023!
Paola Bonilla, directora de The Pocket Magazine