Los días son cada vez más cortos, en una lucha eterna contra la noche. Ha llegado diciembre, al fin, el último mes del año más oscuro que recordamos. Este 2020, se despide con la misma sensación confusa de cuando vas a la cocina a por algo, pero olvidas el qué y acabas abriendo el frigorífico para ver qué hay y para comerte ese yogur a punto de caducar. Pero, aun así, necesitamos un final. Un punto y aparte. Borrón y cuenta nueva. The End. Que se enciendan las luces de la sala y abandonar este año como Nicole saliendo de los juzgados tras divorciarse de Tom Cruise.
Esto ya lo he dicho antes:
Los libros de la mesilla:
¿Qué sucede con las historias que no tienen final? Compré El gusto del cloro invadida por esa sensación que te proporciona un cómic cuando lo tienes en tus manos. ¿Qué tiene de especial? Nada que no hayamos visto antes. Asistimos al nacimiento de una relación entre dos jóvenes. El escenario: una piscina municipal. Entonces llega la trampa. Bastien Vivès parece obsesionado con la elusividad. Es un genio dejándonos ante historias con finales abiertos. Y aun así nos bebemos este precioso relato cotidiano como un vaso de agua. La ausencia de diálogos, la expresividad del dibujo, la paleta de colores fríos, impregna al libro de esa sensación de humedad. Y como tal, la historia termina escurriéndose entre nuestros dedos.
La luz en la oscuridad:
Pido perdón por adelantando por el catastrofismo, pero siento que de alguna forma estamos viviendo el final del mundo tal y como lo conocíamos. Si vosotros, como yo, tenéis esta sensación, no se me ocurre nada mejor que recomendaros ver (o volver a ver) The Leftovers.
La serie se enmarca en una sociedad en la que desaparece el 2% de la población. Pero en esta ocasión, Damon Lindelof aprende del pasado (Lost) al no dar una explicación forzosa a los interrogantes creados. No nos importa tanto lo que haya sucedido con los desaparecidos sino lo que ocurre con los que se quedan. Queremos saber cómo reaccionan, cómo sienten, cómo sobreviven a un mundo en el que nada ya tiene sentido. ¿Os suena de algo?
Y si el cuerpesito no te pide intensidad, (cosa completamente entendible porque ya bastante tenemos con seguir tirando del carro todos los días para añadir una ración extra de dramatismo) siempre puedes optar por cualquier película navideña de sobremesa: ese paraíso de verde, rojo y blanco, ese esperpento con brilli-brilli, en el que sabes que pase lo que pase, siempre terminará bien.
Penas y poemas:
“Si esto no me ha partío, ya no me partiré nunca”
Dejando a un lado que “All I Want for Christmas Is You” empieza ya a sonar en todos sitios y que no queda nadie por compartir lo más escuchado de su Spotify, pienso en las canciones que se quedarán para siempre ligadas a este extraño año. En pleno mes de abril, cuando el confinamiento ya estaba causando estraguitos con mi estabilidad mental, Frank Oceansacó Cayendo (Side A – Acoustic):
Durante las semanas siguientes, no sonaba otra cosa en mi casa (y en mi cabeza). Supongo que convertí ciertas canciones en un mantra para poder sobrevivir. Hoy escucho esa playlist con la distancia que dan 8 meses, que se han sentido como 8 años, y descubro que resume perfectamente mi 2020.
Y ahora os pregunto: ¿con qué canción acabaréis el año?
Unos trazos:
Me despido hasta el mes que viene. El mundo año se está acabado. 2020, hasta nunca.
Sara Herranz