Cuando hablamos de medicina de calidad, es imprescindible que ésta vaya de la mano de una atención personalizada en la que se observen y traten detenidamente todas las particularidades de cada paciente.

Tanto a lo largo de mi formación académica como de mi experiencia profesional, he podido observar cómo esta atención personalizada es muy carente en nuestro sistema médico. En la mayoría de los hospitales y centros sanitarios, encontramos que ni siquiera se tienen en cuenta las diferencias más evidentes cómo lo son el sexo o el género del paciente.

Una vez, me encontré el caso de una mujer de 60 años que llevaba dos días consultando por un dolor en el pecho y una dificultad respiratoria. Después de evaluarla varias veces, le diagnosticaron un estado ansioso-depresivo y le propusieron que se tomase ansiolíticos. Al ahogarse cada vez más, llegó al Servicio de Urgencias, y después de un TAC pulmonar, se confirmó una embolia pulmonar. No solo se la trato de ansiosa, si no que además se le recetaron medicamentos que están claramente contraindicados en la insuficiencia respiratoria como son los ansiolíticos. Es probable que si hubiese sido un hombre el que hubiese presentado los síntomas, le hubieran realizado todo tipo de pruebas para excluir la causa cardiaca y/o pulmonar.

De hecho, el año pasado se publicó un estudio del Vall d’Hebron que lo dejaba claro:

Las mujeres mueren el doble que los hombres por infarto agudo de miocardio.

En ellas, se confunden los síntomas con la ansiedad

De la necesidad de ofrecer una mayor cobertura, especialización y visibilidad para tratar adecuadamente las diferencias que existen entre el funcionamiento del cuerpo femenino respecto al masculino, nace la medicina con visión de género, un concepto reciente que aporta un nuevo enfoque a las disciplinas sanitarias.

Es necesario apuntar que si usáramos una terminología estrictamente científica, este concepto debería llamarse “Medicina en función del sexo” ya que, según la dotación cromosómica, adquirimos una sexualidad femenina o masculina y nacemos con ella. El sexo es una diferencia innata.

No obstante, cuando hablamos de género se contemplan las condiciones socioculturales adoptadas por el individuo, sea mujer u hombre. Además, el término que se usa con más frecuencia en medicina es el de género. Por este motivo quiero aclarar que en este artículo se engloban ambos conceptos y aparecerá indistintamente como “Medicina con visión de género”.

Entender estos conceptos es muy importante para poder entender las diferencias entre hombres y mujeres en diferentes enfermedades y patologías. Nos encontraremos con que en algunas de éstas, las diferencias serán puramente cromosómicas y metabólicas, pero habrá otras que estarán relacionadas con el género.

Un ejemplo de este fenómeno lo podemos encontrar en el hecho de que las mujeres tienden a sufrir más enfermedades autoinmunes que los hombres. Concretamente, las mujeres representan casi el 80% de los casos de estos trastornos.

¿Por qué el cuerpo de las mujeres tiene más tendencia a desarrollar este fenómeno?

Desde el punto de vista de la medicina evolutiva, las mujeres siempre nos hemos relacionado mucho más «en tribu» entre nosotras, dedicándonos a la crianza de los niños y estando más en contacto con el sistema inmune no desarrollado de éstos. Así, las mujeres hemos conseguido a lo largo de la historia una resistencia más importante a las infecciones y, como consecuencia, un desarrollo mayor de nuestro sistema inmune por estar más en contacto con los virus y bacterias. Pero este hecho se ha convertido en un arma de doble filo, ya que a pesar de protegernos de muchas enfermedades infecciosas, este sobre desarrollo ha hecho que nuestro sistema inmune tienda a descontrolarse con más facilidad generando esta respuesta autoinmune. Además, las hormonas producidas por los cuerpos de las mujeres y su ciclicidad también tienen un impacto en la autoinmunidad. 

¿Por qué estas diferencias, tanto de sexo como de género, entre hombres y mujeres no han sido consideradas por la medicina? La medicina ha adoptado históricamente un enfoque androcentrista para realizar sus estudios. Prueba de ello está en la descripción de las enfermedades, los síntomas clínicos “típicos” están descritos en base a los síntomas que experimenta el hombre. Los “atípicos”, los que presentan las mujeres.

Los ensayos clínicos en mujeres son minoritarios debido a que su fisiología es cíclica.

¿A qué se debe esta simplificación que ha dejado el cuerpo femenino en un segundo plano de estudio? La mayoría de los ensayos clínicos están realizados en base a modelos masculinos (hombres/ratones machos) y los resultados se extrapolan a la mujer, dando por hecho que nuestros cuerpos funcionan igual.

Una de las razones por la que se incluyen menos mujeres en los ensayos clínicos es porque su fisiología es cíclica, y esa variación hormonal tiene una respuesta en el organismo (incluso la manera de metabolizar los medicamentos no es la misma según la fase del ciclo menstrual) que complica la realización del estudio y la interpretación de los resultados. Así como otros factores como el embarazo o la lactancia.

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La invisibilización de las mujeres en los estudios clínicos no es cosa del pasado ni de hace diez años y aún lo vemos reflejado en los estudios clínicos recientes. Un ejemplo de este fenómeno lo encontramos en un estudio clínico del mismísimo “The New England Journal of Medicine” (una de las instituciones más influyentes en el mundo de la medicina) publicado el día 31 de agosto del 2020. Los resultados del ensayo confirmaban la eficacia y seguridad del uso de la colchicina a dosis bajas en pacientes con una enfermedad coronaria crónica.

La representación femenina de este estudio era solamente de un 15,3%. No se acercaba ni tan solo a la mitad. Pero lo peor fue que aún observando diferencias entre los efectos adversos que producía la medicación entre hombres y mujeres, en el estudio no se desglosaron ni aparecieron expuestos los efectos secundarios específicos que experimentaba cada sexo. Un hecho que dificultará los futuros análisis dada la prevalencia similar de la enfermedad coronaria crónica en la población diana, las diferencias fisiopatológicas entre hombres y mujeres, y la mayor incidencia en mujeres con enfermedades cardiovasculares.

Esta investigación, deja entrever la falta de conocimiento que existe aún en la actualidad sobre el cuerpo de la mujer ante esta medicación. Solo sabemos lo que ocurre en los hombres, y se ha dado por hecho que ocurre lo mismo en las mujeres. No sabemos si las mujeres metabolizamos esta medicación de forma distinta y, por lo tanto, si deberíamos ajustar las dosis de esta según el género.

De la necesidad de ofrecer una visión específica del cuerpo de la mujer, un diagnóstico y tratamiento personalizado y basándonos en el concepto de la medicina que contempla la globalidad de la mujer (y no solo su síntoma/enfermedad), nacen clínicas especializadas como Anat Health, una clínica médica dedicada a ofrecer un sistema de salud integrativo en la que se han fusionado diferentes áreas de salud como la ginecología, la medicina interna hormometabólica, la dermatología, la PNI, la nutrición, la sexología, la psicología y otras especialidades sanitarias para brindar el servicio que nosotras mismas hubiésemos querido recibir.

Aunque aún tengamos un largo camino por recorrer en referencia al conocimiento científico sobre el cuerpo de la mujer, nuestro objetivo es aportar nuestro granito de arena: llegar a conseguir una atención médica donde se respete y se atienda a la mujer con sus diferencias y una investigación científica en la que se la represente debidamente.

Dra. Sandra Martiz, cofundadora Anat Health. Medicina Interna – Metabolismo.