¿Con qué asocias la Navidad? Al pronunciar la palabra “Navidad”, ¿qué te viene a la cabeza? ¿Qué recuerdos de momentos, personas o etapas aparecen en tu mente de forma prácticamente automática cuando piensas en ese período del año? ¿Con qué emociones conectas?
No hay ninguna duda de que la Navidad es una experiencia que no deja indiferente a casi nadie. Son unos días que despiertan amor y odio a partes iguales, deseo y rechazo, ilusión y dolor, felicidad y tristeza. Pero ¿por qué sucede esto?
Como casi todo lo que nos condiciona y remueve, la respuesta tiene que ver con la educación que recibimos, con nuestras costumbres con todo lo que ocurre a nuestro alrededor y en nuestra sociedad.
CARA “A”
En la mayoría de países del mundo, la Navidad se celebra y se vive de una forma muy parecida, con una serie de características que son comunes en todos ellos:
- Se trata de un período para estar en familia, un momento para reunirse, para reencontrarse. Los hijos que viven lejos saben que toca viajar para poder estar junto a sus seres queridos, para poder abrazarse.
- Son días para la celebración, para brindar, para felicitarse.
- Días para vivir y sentir el amor, para cultivar valores bonitos, para pensar en los que nos necesitan, para hacer el bien.
- Decoramos la casa, ponemos luces, …
«El problema llega cuando alguien no tiene unas circunstancias favorables para vivirlo, para celebrarlo o para sentirlo así».
Silvia Congost
Hasta ahí todo bien, todo bonito, todo precioso. El problema llega cuando alguien no tiene unas circunstancias favorables para vivirlo, para celebrarlo o para sentirlo así. ¿Qué ocurre entonces?
CARA “B”
La cara B de la Navidad aparece cuando nuestra realidad no nos permite vivirla tal y como se supone que debe ser, tal y como se supone que la vive todo el mundo.
Parece que es obligatorio ser feliz durante esos días pero, si alguien no lo logra, puede llegar a sentirse profundamente mal y eso no debería ser así.
Realidades que dificultan disfrutar de la Navidad:
- Fallecimiento de un ser querido. El dolor que produce ver o sentir que en la mesa hay una silla vacía, la ausencia de esa madre, ese padre, ese hermano, abuelo o hijo, puede llegar a ser especialmente dolorosa durante esos días.
- Situación económica precaria. Tal vez no podemos permitirnos hacer una comida especial o hemos perdido nuestro hogar o no podemos vivir las fiestas con grandes lujos y eso nos conecta con una idea de fracaso y de derrota.
- La soledad. Algunas personas, por circunstancias tienen que pasar esos días solos, ya sea porque por cuestiones laborales se encuentran lejos de la familia y no pueden viajar, porque su familia ha fallecido o porque hay un distanciamiento. La idea de estar solos, teniendo esa idea de Navidad asociada a la unión y el compartir, puede ser devastadora para algunos.
- Puede que estos encuentros impliquen tener que estar cerca de algún familiar que es tóxico, que te hace sentir mal, con el que no estás a gusto y también es necesario aprender a gestionar esto.
¿Qué hacer?
- Si falta un ser querido, es muy bonito hacerle presente, sin dramas, hablar de él en positivo, recordarle, recordar anécdotas, reíros, dedicarle unas palabras… emocionarse, incluso acabar todos llorando, pero desde el amor.
- En situaciones económicas precarias, tomar conciencia de qué es lo importante realmente. De que no tener langosta en la mesa no es tan grave y tratar de buscar qué es lo que podéis agradecer. Entre todo lo malo, siempre hay algo por lo que uno puede dar las gracias, y eso siempre nos hace sentir mejor. Aléjate de la manipulación consumista que te envuelve.
- Si estás lejos de los tuyos y no te apetece estar así, queda con otra familia, con amigos, compañeros de trabajo, comparte esos días con alguien más (si te apetece, claro). No pienses que molestas o que sobras. Somos sociales. Aunque, por supuesto, si nos apetece estar solos tampoco pasa nada.
La Navidad debería ser una oportunidad para mirarnos, para volver a recordar qué es lo importante y quiénes son las personas que dan sentido a nuestra vida y para reajustar nuestra marcha.
Al final, lo que nos llevaremos son momentos, experiencias y vivencias. Pasar tiempo con aquellos que amamos, nunca debería dejar de ser una prioridad y si por nuestra atareada agenda nos cuesta recordarlo… ¡para ello está la Navidad!
Silvia Congost