Instagram Husband
Sí, lo confieso. Soy un Instagram husband. Mi cámara ha de estar siempre con batería y al acecho en busca de un rincón que estimule el pulgar de los followers de mi mujer para que inunden su cuenta de likes. Unas escaleras bonitas, una calle con arboleda, un banco en medio de la nada, una avenida desierta, unas rocas en un rompeolas,… Un ansiado lugar que consiga que se escuchen las palabras mágicas: “ahí es la foto, cariño”. A partir de entonces comienzan la ansiedad, los sudores fríos, los temblores. Mi cabeza va a mil por hora: “Fede, por favor, no la cagues”, “Fede, por favor, que no salga borrosa”, “Fede, por favor, la luz, que luego sale quemada”.
Ahí está ella, preciosa como siempre, con un lookazo que seguro que encantará y justo delante estoy yo, con cara de póquer. “¿Qué coño de ISO pongo para esta foto? ¿Y la “F”? ¿Cómo era lo de que el fondo saliera difuminado? Ay, madre, que no me acuerdo…”. La boca seca, los dedos resbaladizos, la visión borrosa…
Llega mi hora, escucho un enérgico “estoy” (o lo que es lo mismo: tengo el pelo bien, el pliegue del vestido en su sitio, el bolso apoyado en el punto justo de la cadera, los zapatos orientados hacia la cámara en un ángulo perfecto y, encima, la pose es natural). Me toca, es mi momento, un Instagram Husband se la juega en unos segundos y, como Brummel, en las distancias cortas. “La foto tiene que salir bien. ¡Por Dios, que salga bien!”. Disparo. Se apaga la cámara. Joder, la batería.
- Amor, espera que la cámara no tenía batería.
- ¿Perdona?
- Ya… pensé que la habías dejado cargando el otro día
- ¿Pero cómo no te fijaste antes de salir de casa?
- No te preocupes que pongo la otra. Dame un minuto.
- ¡Venga, que se nos va la luz, Fede! Con lo bien que tenía el pelo…
- ¡Pero si es solo un minuto!
- Ya, pero el pelo ya no estará igual. ¡Y encima ya no me acuerdo de la postura que tenía!
Coloco la batería a la velocidad con la que el mago Pop baraja sus cartas. Ya. Recupera su postura, no le pregunto por el pelo, por si acaso… Voy a disparar, vuelve a ser mi momento. Aprieto el botón. Una vez, dos, tres,… seiscientas veinte siete veces. Le enseño las fotos. Tarda en hablar. “Bueno, alguna habrá. La postura no es como la primera cuando te diste cuenta de lo de la batería pero bueno…haré lo que pueda”.
Horas más tarde, estamos en casa. Veo la foto que acaba de subir a su Instagram. Los likes empiezan a aumentar sin parar: uno, dos, mil, tres mil, cinco mil,…. Se acerca sonriente al salón. “Cariño, está encantando el look”. El look, lógico. Lo que gusta es el look. ¿Dónde queda mi sufrimiento? ¡Los instagrams husband somos personas con sentimientos! ¿Y mi medalla? ¿Y mi chuche de premio? No existimos. No existimos hasta que la historia se repite y caminando cualquier mañana de primavera volvemos a escuchar a nuestra instagramer: “AHÍ ES LA FOTO”. Vuelven los sudores fríos… pero te quiero tanto @estefaniac2t que ya he recargado la batería.
Federico de Juan, @fede_dejuan