Corremos, en el sentido figurado de la palabra, por el plató de El Intermedio a la par que recorremos La furia y los colores, su último libro, en busca de El Gran Wyoming y… ¡lo encontramos! Un Wyoming amante del pulpo, a quien el riff de Satisfaction cambió la vida convirtiéndolo, por encima de todo, en amante de la música, responde sobre su pasado, presente y futuro.
Humorista, presentador, actor, músico, escritor, columnista y médico, ¿con qué faceta profesional te identificas más? El Gran Wyoming es…
Ahora, presentador.
José Miguel, Chechu, Wyoming, El Gran Wyoming, Sr. Monzón. ¿Con cuál no te darías la vuelta?
Me daría la vuelta con todos, son sinónimos de dos personas diferentes.
En porcentajes, ¿cuánto de medicina?, ¿cuánto de música?, ¿cuánto de humor?
El humor es un velo que cubre al individuo, no entra en el reparto.
Decías en la presentación de tu último libro junto a Fernando Trueba que no sueles dar entrevistas porque dices que ya te conocemos y que ya lo has dicho todo. ¿Qué no conocemos aún de El Gran Wyoming que te gustaría que conociéramos?
Que soy una persona normal. No me veo reflejado en el radical con que me describen en algunos medios, y que sólo es reflejo del fanatismo intransigente que impera en nuestros días.
Estamos inmersos en la lectura de «La furia y los colores» pero aún vamos por el tercer capítulo. En este libro recuerdas parte de tu vida y de aquellos tiempos, ¿qué hechos te han marcado más?
Cada paso es una experiencia que va construyendo al fulano de turno. Golpe a golpe y verso a verso.
Iba a preguntarte por la portada de «La furia y los colores» pero ya apostillas que a veces pasaban las tardes en casa de Curro, el fotógrafo, y «que salían cosas como ésta» (la foto de la portada), ¿por qué la escogiste como portada?
Porque es un retrato de un mundo subterráneo en el centro de una dictadura.
En el segundo capítulo hablas, entre otras cosas, de la censura y de cómo afectaba a la cultura y a los medios de comunicación las decisiones del Estado. ¿Crees que aún se ve limitada la libertad de prensa? ¿Crees que le hemos dado «su sitio» a la cultura? ¿Qué papel pinta El Intermedio en pro de la misma?
Esa pregunta triple requiere un libro de seiscientas páginas, pero a título anecdótico quiero destacar un fenómeno curioso y es que algunos medios de comunicación se han convertido, paradójicamente, en los principales enemigos de la libertad de expresión. Por ejemplo, yo concedí una entrevista a un programa de televisión llamado “Liarla Pardo”, se emitió un domingo, y el lunes tres diarios de tirada nacional me dedicaron espacio en sus portadas para ponerme a parir con temas que nada tenían que ver con lo que había dicho en la entrevista. Referencias a mi patrimonio y otras historias. El mensaje venía a ser: “O te callas, o te vamos a machacar”. Ese fenómeno es nuevo y peligroso. Antes se limitaban a cuestionar o rebatir mis declaraciones, ahora van a por la persona.
«La azotea de Wyoming» en TVE fue un fracaso, ¿cómo se afrontan esos momentos? ¿Qué se te pasa por la cabeza cuando ves que no ha habido una buena respuesta?
A mí no me pareció un fracaso porque, aunque pueda parecer vanidoso, me gustaba. Es verdad que no tuvo audiencia, pero era un programa de entrevistas que debió programarse en la segunda cadena de TVE y se emitía en La 1, a la misma hora que “Los Serrano” y “Aquí no hay quien Viva”, que entonces batían records históricos de audiencias. Estaba condenado a muerte desde el primer día. De hecho, arrancamos con una entrevista a un corresponsal de guerra al que acababan de premiar por su labor. Eso no compite con la ficción.
Todo lo contrario pasa con «El Intermedio», casi 15 años de risas, humor y mucha sátira e ironía, ¿cómo se mantiene vivo un programa como éste a través de diferentes gobiernos, crisis económicas y pandemias?
No tengo ni la menor idea, es un fenómeno insólito que con el contenido que hacemos hayamos durado tanto en prime time. Sin duda, ha batido todos los records de permanencia y superado las expectativas. Digo yo que el mérito tendrá que ver con el trabajo diario de un gran equipo que consigue hacer un producto de mucha calidad, del que me siento orgulloso como cara visible y al que debo muchos años de felicidad.
Sabemos que te llevas a la perfección con el pulpo, ¿cómo te llevas con el cue? ¿Tuviste algún problema al pasar de improvisar a trabajar con guion?
Tuve y tengo. Por un problema de dislexia leo de una forma rara y, a diferencia de mis compañeros, no podría leer los cuarenta folios del guion sin haberlos mirado antes. De todos modos, esta cuestión se traduce en que trabuco con mucha frecuencia, ya forma parte de mi estilo. Sin embargo, cosa curiosa, leo mejor a toda velocidad sin pensar ni entender lo que estoy diciendo. El cerebro es complicado.
Llevas años recorriendo España junto a «Los Insolventes», ¿en qué punto se encuentra ahora el grupo con esto del Covid?
Completamente parado. Nosotros hacemos fiesta, festival, verbena, llámese como se quiera, pero no tienen sentido delante de gente sentada, es otro rollo.
Te vimos disfrutar a lo grande en el momento en que Buenafuente te dejó tocar con «La Banda», ¿qué sientes cuando tienes la guitarra en las manos?
Felicidad absoluta.
Ya en el documental sobre el hospital de Leganés señalabas los intereses de la privatización de los hospitales en Madrid, ¿crees que ha pasado factura en esta pandemia?
La consecuencias de la política de privatización en la pandemia han sido devastadoras. La pandemia se detiene y controla en la atención primaria que ahora mismo en Madrid, que es el caso que mejor conozco, es caótica por falta de personal. No se cubrieron las bajas ni las jubilaciones… es absurdo que se haya reducido notablemente el número de médicos cuando la población, no sólo ha aumentado, sino que ha envejecido, incrementando la demanda de asistencia. En muchas ocasiones he sido recriminado con contundencia por afirmar que el desmantelamiento de la sanidad pública era una política criminal. Me refería a esto. Es en las crisis donde afloran las carencias y mucha gente, demasiada, ha muerto como consecuencia de la “política” sanitaria.
A lo largo de tu trayectoria profesional, ¿te ha beneficiado o perjudicado posicionarte ideológicamente? En la actualidad no solo Wyoming se posiciona, de algún modo El Intermedio también, ¿pros y contras?
Depende del posicionamiento. Desde el punto de vista profesional, defender la sanidad y la educación pública, o que los ciudadanos tengan derecho a una remuneración elemental por su trabajo te crea problemas. Esto se traduce en que, fuera del ámbito de la televisión, no he tenido ni una oferta para hacer un trabajo, lo que llamamos un bolo (presentaciones, convenciones…), desde hace años. Antes me llamaban varias veces al mes. Eso en cuanto a los contras. Los pros: Es más importante estar conforme con uno mismo, sentirte honesto que tener éxito en lo profesional.
De todos modos, yo he tenido suerte con los programas que he hecho, y no he parado de trabajar si no, los contras me hubieran fulminado en el aspecto económico.
¿Cómo se siente un médico en medio de un conflicto global como el que estamos viviendo?
Habrá que preguntárselo a ellos. Uno es lo que hace, no lo que dice, o lo que de él dicen. Ahora no soy médico, otro que transitaba en mi cuerpo lo fue hace mucho tiempo.
¿Qué le pides a 2021?
Justicia. Con eso, todo lo demás estaría resuelto.