Hemos tenido que añadirle un adjetivo para recordarnos el verdadero significado del mismo. Te hablo del lujo silencioso. Dice la Real Academia, que lujo es “todo aquello que indica ostentación asociado a un alto coste. Abundancia de cosas o de medios” y del silencio, poco hay que decir, porque es eso, “silencio”.

Dentro del mundo de la moda, desde finales de los noventa empezó a despuntar en las grandes marcas, firmas, diseñadores, el lujo llevado al máximo nivel. Aquel “Balenciaga bag” que nadie sabía su marca, salvo los profesionales del mundo de la moda, que averiguaban su espejo fetiche en cada bolso.

La explosión de los “dos mil” fue in crescendo: logomania en todas las prendas, ropa interior, accesorios, complementos, calzados, bolsos y joyas… Cada outfit perdía estilo de marca para convertirse en una cartelería en movimiento.

La burbuja del lujo

Hacer un remember de todas las marcas, firmas, holdings de moda, es complicado, pero absolutamente todas subieron al carro. Desde la alta costura de Louis Vuitton hasta lo más genérico de la firma Guess.

En medio de toda esta vorágine vimos resistir en la medida de lo posible al buque insignia: Chanel. La casa francesa seguía demostrando que se hace marca desde el diseño, tejidos y costuras. 

Sin embargo, en el resto vimos el crecimiento desmedido de los logos, las colaboraciones imposibles, la desaparición de los colores insignias de grandes firmas, el boom influencer sin conocimientos de moda ni de la artesanía que lleva cada prenda única o a cantantes desfilando por una pasarela de alta costura sin saber el trabajo que hay detrás.

CUANDO TODOS LOGRAN TENER Y EXHIBIR TODO, EL LUJO DEJA DE SER LUJO Y SE CONVIERTE EN ANODINO.

Además, con las redes sociales, el lujo se democratizó y pasó a ser “de masas”, yendo totalmente en contra de lo que este concepto engloba y simboliza. Todos y todas quieren un Kelly de Hermès o los pendientes “drop” de Bottega Veneta.

Y se impuso el silencio…

Las personas amantes del lujo, aman lo único, lo exclusivo y aquella prenda de materiales ricos, tratados con cuidado y que llevamos sin llamar la atención. Porque el hábito no hace al monje, pero sí lo identifica.

Y tras varias décadas, la eclosión augurada por los profesionales estudiosos de la moda llegó. Caían en picado las ventas y se ponía la mirada en la artesanía, en aquello con materiales y trato exquisito.

Y se impuso el silencio: desaparece poco a poco la logomanía, los maxi herrajes y cualquier elemento que pueda dar pistas de lo que vestimos, calzamos y complementamos.

Todo esto tiene una clara misión: lograr que la exclusividad sea inimitable. Aunque, obviamente, Gucci y Louis Vuitton adorarán sus logos por encima de todas las cosas.

Goyard, una de las firmas fetiche de Rihanna o la duquesa de Sussex, decía a través de uno de los representantes de la marca: “El lujo es un anhelo, por lo que revelar demasiado, estropea la magia de lo que sucede detrás”.

Bolso de la firma Goyard

¿Conoce alguien la irreplicable marca Matsuda? Es la creadora del modelo aviador, las gafas de sol que lleva Lady Gaga, por ejemplo. Otro caso similar lo encontramos en The Row, la marca inconfundible de las gemelas Olsen. Materiales y tejidos únicos, prendas atemporales y, sin embargo, la única forma de averiguarlo es en sus patrones. Los profesionales analistas de moda, sabrán donde está un diseño de Mary Kate y Aslhey.

Modelo Aviator de Matsuda

Lo mismo ocurre con la marca Moynat, simplemente una M identifica estos bolsos objeto de culto entre los royals”. Y quizás, precisaras conocer la piel o ver el interior para averiguarlo.

España no ha dado la espalda

Diremos que el diseño español ha sido poco prolífero a la logomania. Detalles característicos son la seña de identidad de marcas, firmas consolidadas en todo el “armario de la moda”. 

Abogamos por absolutamente todo lo que sale de los ateliers y fábricas españolas hasta los pequeños talleres de bolsos y joyas únicas, imperceptibles a la profanidad: Malababa, Ulises Merida, Teresa Helbig, los sastres de Bleis Madrid o Adriana Alonso, los artesanos de la sombrerería Fernández y Roche (desde 1885), entre otros y otras.

Ya, por último, un aplauso a todas aquellas personas que llevan las riendas en los diseños de cada colección internacional y cuentan con artesanos españoles para realzar y hacer único cada diseño.

Bienvenida sea la tendencia del lujo silencioso.

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Rita Martín