Europa es quizás uno de los lugares que más arte concentra en todo el mundo. Desde los inicios de la civilización hasta la actualidad imperios, monarquías, repúblicas, dictaduras y democracias han hecho cambiar la sociedad y las fronteras. Pero, si algo ha perdurado, son las piezas artísticas, que no solo sirven para representar una imagen, sino que cuentan una historia y en muchos casos “la historia”. Museos como el Louvre, el British Museum o El Prado nos muestran, a través de los óleos, la arquitectura y la escultura, cómo personas con un don para el arte eran capaces de plasmar los aspectos cotidianos de un mundo que avanzaba tres pasos, retrocedía dos, y volvía a avanzar.
Museo del Louvre
París, la Ciudad de la Luz, es nuestra primera visita. El Louvre fue inaugurado a finales del siglo XVIII y, actualmente, es el museo más visitado del mundo, con 7,3 millones de personas al año (2016). Las colecciones de la monarquía francesa y las expoliaciones realizadas por Napoleón Bonaparte llenaron un museo que abrió sus puertas al público en 1793.
Se encuentra ubicado entre las antiguas paredes del Palacio del Louvre, una antigua fortaleza que fue residencia de reyes como Carlos V o Felipe II. La famosa pirámide de cristal que sirve como entrada se construyó en 1989. Una estructura que rompe con la monotonía arquitectónica del palacio, y que se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados del mundo según Instagram.
Casi 300.000 piezas comprenden la colección del museo, de las que solo 35.000 se hayan expuestas. La colección está organizada de forma temática y geográfica: podemos encontrar esculturas y pinturas de distintos lugares y épocas, obras de grandes artistas y anónimas, de gran tamaño o diminutas. El Louvre admite todas las formas y colores.
Hay piezas que el turista debe ver obligatoriamente. La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, siempre rodeada de gente esperando a sacar una foto. La libertad guiando al Pueblo, de Delacroix, que vista en vivo impresiona por su tamaño. La Venus de Milo, rescatada entre las ruinas de la Antigua Grecia. O El Escriba Sentado, del antiguo Egipto. Todas ellas, magníficas.
British Museum
El Museo Británico es, sin duda, diferente. Uno de los más visitados, con 6,3 millones de personas al año (2015) y, también, uno de los más antiguos de Europa. Fue creado en 1753 por el físico y coleccionista Hans Sloane, que acumulaba más de 80.000 piezas de Grecia, Roma, Egipto, Oriente Medio y América.
Se abrió al público en 1759, y durante la segunda mitad del siglo XVIII el museo siguió aumentando la lista de propiedades romanas y griegas. En 1801, el British se enriquecía gracias a la llegada de piezas desde Egipto, que obligó a realizar una ampliación que finalizaba en 1852.
El museo se divide actualmente en secciones geográficas, en las que no solo encontramos patrimonio artístico, sino objetos antiguos que describen el día a día de antiguas civilizaciones de todo el mundo. Una visita entretenida para aquellos que no solo busquen cuadros y esculturas.
La Piedra Rosetta es el eje principal del museo. Traída desde Egipto en 1802, supuso un importante descubrimiento, ya que facilitó el entendimiento de los jeroglíficos egipcios mediante un sistema de traducción de los mismos a escritura demótica y a griego antiguo. Sin duda, un motivo importante para visitar el museo londinense.
Museos Vaticanos
El pequeño Estado de la Ciudad del Vaticano, integrado en la ciudad de Roma, acoge una de las colecciones de arte más grandes del mundo que visitan anualmente casi 6 millones de personas. En la entrada te advierten de que, para ver los museos al completo, se necesita más de un día.
La Pinacoteca es uno de ellos. Compuesta por una colección recuperada por el Papa Pío XI tras el Congreso de Viena (1815), consta de 18 salas ordenadas cronológicamente con pinturas que van desde la época medieval hasta el siglo XIX.
Para los amantes de la escultura, el Museo Pío-Clementino ofrece importantes obras de las épocas griega y romana, dispuestas en 12 salas fundadas por el Papa Clemente XIV en 1771.
La galería de mapas geográficos es uno de los puntos más impresionantes del Vaticano. La iluminación crea un ambiente único, en el que el espectador observa los planos de una Italia que se imaginaba dividida en dos por los montes Apeninos, dibujados en las paredes de la sala.
Pero la joya de la corona es la Capilla Sixtina. Debe su nombre al Papa Sixto IV, que ordenó reestructurar la sala entre los años 1477 y 1480. Las paredes están completamente decoradas con frescos que representan la vida de Moisés y Jesucristo, realizados a mano por Pietro Perugino, Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio y Cosimo Rosselli. Pero al entrar en la sala, te quedarás “pasmado” mirando hacia arriba, hacia la famosa imagen que representa a Dios dándole vida a Adán, llamada La Creación de Adán. Su autor, Miguel Ángel, marcó un antes y un después para el arte con esta representación que hoy es fotografiada por miles de turistas al día (aunque está prohibido).
Museo del Prado
Madrid es una de las ciudades con más presencia cultural de España, en parte, gracias a lugares como el Museo del Prado. Fue diseñado por Juan de Villanueva en 1975 como un gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III. Tras construirlo, fue Fernando VIII quién decidió designarlo como Real Museo de Pintura y Esculturas. Abrió sus puertas al público en 1819, con 311 pinturas expuestas.
Actualmente, El Prado conforma un campus museístico en el que encontramos más de 35.000 piezas. No solo pinturas; también monedas, armaduras o fotografías.
La atracción principal del museo son los cuadros de artistas españoles como Velázquez y Goya; y de internacionales como el Bosco y el Greco. Las Meninas (Velázquez), El Jardín de Las Delicias (El Bosco) y Saturno devorando a su hijo (Goya) son algunos de los cuadros con mayor reputación.
En la capital española acompañan a El Prado museos tan impresionantes como el Reina Sofía o el Thyssen, que hacen de Madrid un punto de referencia internacional en el mundo del arte.
Jorge Vaquero