Sara Herranz

“Quiero que me duelan, que me muerdan, ser una bestia herida. A mis veinte años anhelaba encontrar a esa persona que vuela tu vida de un disparo y ya nunca vuelves a ser la misma. 

Había crecido ansiando ese romanticismo. Ese gran amor de película. Ese amor del que hablan todas las canciones. El auténtico amor verdadero. Y lo encontré, pero como suele pasar cuando eres jóvenes e inexperta, me rompió el corazón.

Caí en la trampa. Lo había dado todo por esa persona y no podía entender por qué se había acabado. El mito de amor romántico me dejó vagando como una zombie,  deprimida, con cinco kilos menos e incapaz de entender el sentido de mi vida sin él.

Nos dicen que el amor verdadero nos vuelve locos. Que los enamorados piensan el uno en el otro constantemente, que el corazón late más rápido, el estómago se encoje y nos sudan las manos. Que cuando estás enamorado tus pensamientos comienzan a girar obsesivamente alrededor de esa persona, con la que debes compartirlo todo y sin la que uno siente que no puede vivir.  Solo estáis “vosotros”. Todo lo demás es ruido de fondo.

Pero el mito del amor romántico es tóxico. Hoy pienso en lo estúpida que fui y en cuanto dolor me hubiera ahorrado solo con haberme dado cuenta de algo tan sencillo: abandonar mis deseos y desvivirme por los del otro no es el mejor camino para tener una relación sana.

La edad me ha hecho más sabia. Hace tiempo que dejé de idealizar esos dramáticos romances novelescos con los que soñaba de adolescente. Hoy creo en el amor compañero, una relación de amor igualitaria y feminista, de respeto y cuidado mutuo, pero también libre e independiente. Ser capaz de crear un proyecto común con esa persona que eliges, sin perder nunca la individualidad del “yo”. Ese amor tranquilo, estable, sano, es el único y verdadero para mí. 

Sara Herranz, @saraherranz