En medio de la MBFWMAdrid, concretamente, en el previo al desfile de Ágatha Ruiz de la Prada nos encontramos con Bisila Bokoko, una emprendedora nata que ha ido cumpliendo sueños a la par que ha ayudado a que otros muchos emprendedores los cumplan. Le echamos cara e intentamos cerrar con ella una entrevista para nuestro especial de Nueva York, estamos a 4 días de mandar a imprenta pero… ¿quién dijo miedo? 

Ella nos da un SÍ  y nos cita para el día siguiente en el hall de su hotel, viene de una conferencia y una firma de libros, va vestida casi en su totalidad de negro aunque su abrigo fucsia destaca casi igual que el brillo de su sonrisa. ¡Vamos al lío! Le preguntamos por el momento en el que se dio cuenta de que lo convencional no iba con ella. Ella nos responde, siempre con una sonrisa y sinceridad,desde que nací. Si naces en los años 70, en una España donde no hay diversidad y eres la única niña negra del colegio. Nunca llegas a ser convencional. Creo que hasta los siete años me veía como el resto, pero un día un compañero dijo: “No me quiero sentar con ella, por favor, no me sentéis con una negra”. Quizá ése fue el punto de inflexión”.

Hasta ese momento yo no sabía que era negra porque cuando eres un niño te ves igual que todo el mundo.

Bisila nos cuenta que durante muchos años, y sobre todo, en la primera parte de su infancia y juventud, quiso ser “normal”. Porque, nos comenta, “si eres diverso y eres siempre la persona diferente, de alguna manera, intentas difuminarte con la gente. Hasta que te dices, “mira, esto no va a ser siempre así. Tengo que ser yo”. Ahí noté un cambio de mentalidad. Comencé a quererme tal y como era y logré aceptar que las cosas no tienen porqué ser “normales””.

“Me habían dicho, “los caminos son estos”. Bueno, pues yo siempre he hecho curvas, caminos distintos a los que me marcaban. Un ejemplo de ello es mi profesión. Me decían que tenía que definirla, que no podía enfocarme a tantas cosas, sin embargo, yo he hecho siempre lo que me ha apetecido y se me ha dado bien. Es más, diría que nadie puede definir exactamente a qué me dedico (ríe)”.

Bisila nació en Valencia. Su familia es de origen africano (Malabo, Guinea Ecuatorial) y a día de hoy comparte la nacionalidad española con la estadounidense. ¿De qué manera te han influido tus raíces? 

¡Muchísimo! Tuve la gran suerte de que mis abuelos se vinieron a vivir a España cuando yo tenía 12 años. Hasta ese momento, no sabía lo que era tenerlos. Sin embargo, de repente, esa experiencia me cambia todo porque tengo una abuela africana que no es como todo el mundo. Ella era una mujer grande, alta y con turbantes, peinados y trajes africanos estupendos que cocinaba comida africana y tenía una manera de ver la vida muy diferente.

Me contaba historias que me hacían viajar a África. Sin duda, ella me insufló el amor y orgullo que siento de mis raíces africanas.

También mi primer viaje a África cambió muchas cosas. Ahora lo que intento es no dejar atrás ninguna parte de mí. No puedo ser española y no ser africana, ni africana sin ser americana. No tengo por qué elegir, soy multicultural y no me siento en ningún sitio mejor que en otro. Me encantan los tres, los tres me hacen, y no sería yo si no tuviera esas culturas detrás.

“Mamá quiero ser…”

Yo quería ser actriz y escritora. Desde los 8 años, escribía obras de teatro que luego representaba junto a mi hermano delante de mis padres. 

Yo tenía ese talento creativo desde pequeña. Pero claro, mis padres, en cierto modo, lo aniquilaron cuando les dije “quiero estudiar para ser actriz”. Me dijeron “nosotros no hemos venido de África para que tú seas actriz. Déjate de tonterías y haz cosas serias”. Así que estudié Derecho y Económicas.

No obstante, siempre buscaba fórmulas para hacer las cosas diferentes. Uno de mis primeros trabajos fue en un despacho y me dije, “aquí no voy a aguantar”. Por lo que, intenté también hacer oposiciones, ¡peor todavía! No servía. Así fue como llegué al comercio exterior. 

Me gustaba porque era vender los productos de mi tierra en otros mundos. Yo trabajaba en el IVEX, en el Instituto Valenciano de la Exportación. Fueron los únicos que se atrevieron a contratarme. Hablamos de hace 25 años.

Un día, se me ocurrió un proyecto para acercar Valencia a EEUU. ¿Cómo? En Disney. Aprovechando la celebración del festival EPCOT International Flower en Orlando y poniendo un stand de la Comunidad Valenciana. 

No fue fácil explicarles a los americanos qué son las barracas valencianas, la horchata, las falleras o por qué tenemos que bailar Paquito el chocolatero… pero el resultado fue súper bonito.

Estaba haciendo comercio exterior de otra manera y eso ha sido lo que ha definido mi carrera. Buscar una manera diferente de hacer las cosas. No fui una becaria al uso, yo llegué de becaria y acabé siendo directora. Trabajaba muchísimo. 

Luego me fui a la Cámara de Comercio y vi que era un lugar gris y oscuro donde había 40 señores en el Consejo de Administración hasta que, de repente, les dije “vamos a crear un comité de moda”. De ahí conozco a Ágatha, a Custo, a Tous.. He visto abrir esas tiendas. Las he visto abrir pero también cerrar. Las he visto en todos los casos. 

Ver a las empresas españolas de moda en un mismo comité, trabajando y haciendo proyectos juntos… eso era lo que yo quería. La unidad hace la fuerza. Así creamos The Spanish Smiling Soho, un proyectazo estupendo. 

Mi vida siempre ha sido buscar esa manera diferente de hacer las cosas.

Ahora soy consultora para temas de diversidad, pero lo hago a mi manera. La Bisila actriz sigue ahí, en la parte creativa.

Has logrado no ser convencional precisamente por tu parte creativa. 

Sí, yo creo que mi parte creativa, además, está en todo, en todos los trabajos que presentamos. Cuando hacemos, por ejemplo, talleres de diversidad para empresas como las petrolíferas, pues trabajamos el storytelling para que la gente conecte con sus emociones. No nos gusta trabajar de una manera convencional. 

Soy empresaria y creo que no hay mejor negocio en este mundo que hacer el bien. Y si no está en el ADN de nuestros posibles clientes, es que ni lo miramos. Quizás no seamos millonarios, pero nos da igual, porque somos felices. 

Hablamos con una Bisila polivalente, transversal y todoterreno, ¿cuál es la faceta con la que te sientes más identificada, la que más te gusta, aquella en la que más tiempo empleas? 

La respuesta es complicada porque creo que soy una persona que tiene la capacidad de hacer muchas cosas y no puedo dejar, en esta respuesta nada atrás, me faltaría algo. No puedo decidir una única faceta. 

Algunas partes de la consultoría pueden llegar a aburrirme pero me apasiona cuando una persona quiere que sea su embajadora. Esto requiere de un trabajo muy exhaustivo pero me encanta. El día que vi a Ágatha en Nueva York desfilando por primera vez, lloré, porque sabía que era su sueño y yo vivo el sueño con las personas. 

Ser mentora también me apasiona, me gusta contribuir al progreso de otras personas. Es una nueva faceta que he integrado hace poco. Estuve durante muchos años diciendo que no, porque yo misma no me sentía capaz de hacerlo, pero cuando empecé y vi los resultados…

¡No hay día que no me despierte con alguna buena noticia! Desde alguien que ha conseguido el trabajo que quería, que se ha ido del que no le gusta, o que ha emprendido dentro de su propia empresa… Hay tantos casos distintos…

¿Tienes tiempo libre?

Tengo tiempo libre y, además, me organizo muy bien. Empiezo mi día a las cinco y media. Hasta las ocho y media (más o menos) es mi tiempo, es yo conmigo. No podría ser la persona que soy si no tuviera una buena relación conmigo misma. Así que antes de decir “buenos días” a nadie, lo primero que hago es meditar e ir al gimnasio. Hago algo que nadie puede hacer por mí. Me cuido yo. Cuando ya tengo eso, desayuno con mi marido.

No podría ser la persona que soy si no tuviera una buena relación conmigo misma.

A partir de las ocho y media empiezo a tener reuniones, hasta las cinco que es cuando paro. Paro pase lo que pase. Y creo mucho en ese nivel de eficiencia y productividad. Yo estoy trabajando y estoy trabajando. Los primeros dos días de la semana, normalmente, son los días de mucho trabajo. Luego voy bajando el ritmo y los viernes me los dejo libres si puedo o, en caso de no ser así, hago cosas que me diviertan o entusiasmen mucho. 

Todo lo que tengo que hacer, que me gusta, que es por mí, ¡los viernes! Mientras que el fin de semana es familiar.

La pandemia ha dejado un mundo, en muchos aspectos, más polarizado aún del que ya teníamos. ¿Crees que podría estar en juego la propia globalización? 

Sí, ha generado mucho miedo, pero la globalización ha sido la razón por la que hemos salido tan pronto de la pandemia.

Nunca en la historia ha habido una vacuna que venga tan rápido. ¿Por qué? Por la globalización. Porque se han reunido científicos de todo el mundo para solucionar un problema. 

Por mucho que, políticamente, se hable de que cada país está yendo más por su cuenta, las personas no. Desde mi punto de vista hay otra globalización, la que pasa por Internet y las redes sociales. 

Gracias a esta nueva era, mucha gente ha podido hacer cursos que antes no hubiera podido hacer y hemos cambiado nuestra manera de trabajar. Yo ahora trabajo unos días en casa, optamos a la conciliación familiar.

Por lo que sí que es cierto que, en la parte política, los países se han retrotraído, pero las personas estamos colaborando juntas y avanzando.

Soy súper optimista y pienso que seguiremos hablando de globalización, pero de personas.

Porque, en realidad, una cosa son los gobiernos, cada vez más obsoletos, por la falta de liderazgo que estamos viendo, y otra las empresas y las personas. 

Diversidad y globalización van de la mano. ¿Evolucionamos al respecto o involucionamos? 

Bueno, tiene muchas patas cojas y tenemos peligros que pueden hacer que la diversidad sea más difícil. La tecnología, por ejemplo, nos puede acercar o alejar. Porque si tú estás programando inteligencia artificial y tienes un equipo de hombres caucásicos, de ojos azules, es difícil que ese ordenador pueda detectar talento en otro lugar. 

Ahora mismo tenemos que hacernos responsables de que la diversidad sea una cosa de todos, no solo de la gente diversa. Al final, diversos somos todos. Cada uno es único e irrepetible y tenemos que poner en valor que no hay dos caras iguales en este mundo. 

Depende de nosotros cómo nos relacionamos con la diversidad y esto empieza desde el colegio, en casa y con tus padres.

Volvemos a la Bisila consultora, a la Bisila mentora. ¿Para emprender hace falta ser valiente? 

¡Mucho! Y valiente no significa ausencia de miedo. Yo tengo miedo todos los días. Lo que pasa es que te haces amiga de tu miedo, que es diferente. 

El emprendedor claro que tiene miedo. No tenemos un ADN especial. Yo no era emprendedora, no era de las niñas que vendían galletas en el cole. La vida me empujó a emprender cuando me echaron. No quería volver a tener esa sensación en mi vida. 

Por lo que me dije, si quieres comer, tendrás que estar en el mundo corporativo, tendrás que tener tu propia empresa porque si no, en el momento que tú quieras hacer lo que te da la gana, te van a echar. Me tocaba hacer el show con mucho miedo, muy poco dinero y con una situación personal terrible porque en esa misma semana me estaba divorciando. 

Si lo puedo hacer yo, lo puede hacer todo el mundo, lo que pasa es que sí que es verdad que yo me pregunté por qué SÍ tengo que emprender. La gente se pregunta por qué no. 

Y no nos olvidemos de la gente que te asusta, ¡cuidado! “Porque tienes un buen trabajo, cómo te vas a ir. Estás loca, si ya llevas una empresa”… Pero bueno, si hay una parte de ti que te dice que des el salto, hazlo. 

¿Y qué hacemos con el síndrome del impostor? ¿Qué le decimos a esos emprendedores que se encuentran inmersos en él?

Yo le llamo “la loquita de la casa”, porque a mi también me ha pasado. Tenía el síndrome del impostor y, a día de hoy, no lo tengo completamente conquistado, pues hay días que digo: “Madre mía, ¿por qué me meto en estos berenjenales si es que no…?”, pero intento parar esos pensamientos, racionalizarlos y darles la vuelta.

Porque, en realidad, detrás del síndrome del impostor está el miedo al fracaso. Es otro miedo más profundo pero están conectados. 

El síndrome del impostor tiene una función, avisarte de que te puedes equivocar. Cualquier miedo tiene una función fisiológica y cuando entiendes esa función, también entiendes que el miedo no te puede conquistar. El miedo está ahí para que no seas “totalmente loco” y tomes decisiones desacertadas. Por eso, la clave es buscar el equilibrio contigo mismo.  

El camino del emprendedor es un camino de crecimiento personal, no es más que eso. Hay gente que va más rápido, otros más despacio, unos tienen unos objetivos, otros tienen intereses distintos, pero no deja de ser el camino del héroe. 

Bisila, “Todos tenemos una historia que contar” es el título de tu último libro, ¿de qué manera te gustaría influir en tu lector? 

Me gustaría que creara su propia historia.

Todas las historias se escriben y tenemos la suerte de poder escribir un nuevo capítulo cada día. Todos vivimos situaciones que no nos gustan o hemos sido personas que no nos gustan. 

Yo, por ejemplo, tengo diferentes identidades y con algunas digo “ay, Dios mío, ¿qué me pasaba en ese momento?,¿qué tenía en la cabeza?”. Pero, en lugar de bloquearme con esa historia puedo escribir una nueva mientras esté en este mundo respirando.

Muchas de mis historias las he escrito antes de que pasaran. Por eso creo mucho en el poder de las historias, pero la historia más importante es la que te cuentas a ti.

¿Es la historia del héroe o la historia de la víctima? Eso depende de ti. 

Si tuvieras que definirte con una sola palabra, ¿cuál sería? 

Uy, qué difícil. Necesito al menos cuatro, “una sonrisa con patas”. 

¡Muchísimas gracias Bisila! Ha sido todo un placer. Nos vemos en el camino.

Paola Bonilla.