Solo la élite de Nueva York, ricos, famosos y… guapos y estilosos, según sus fundadores, podía acceder a Studio 54 pero la icónica y extravagante discoteca de la calle 54 West en Manhattan era conocida por todos.
Comenzó siendo el club de referencia para celebridades como Andy Warhol, Mick Jagger, Cher, Woody Allen o Al Pacino y terminó siendo un refugio hedonista en el que la realidad era siempre más sorprendente que los propios rumores que giraban entorno a ella.
Las drogas y el sexo eran tan habituales como las fiestas temáticas y la música disco. De ahí que su popularidad desembocara en una caída igual de vertiginosa.
De la ópera a la discoteca
Antes de convertirse en la discoteca más icónica de Nueva York, este antiguo teatro de Broadway albergó la Gallo Opera House (1927), más adelante, la CBS lo utilizó como su estudio de grabación. Por lo que no fue hasta el 26 de abril de 1977 cuando dos empresarios de la Gran Manzana, Steve Rubell e Ian Schrager, impulsados por Carmen D’Alessio abrieron las puertas de Studio 54.
Como la idea era crear un lugar único y extravagante, Rubell y Schrager contrataron al arquitecto Scott Bromley, el interiorista Ron Doud y el maestro de la iluminación, Brian Thompson. Se veía venir algo grande…
La transformación de Studio 54
La iluminación de Studio 54 fue uno de los puntos fuertes de este icónico club nocturno. Había desde columnas con reflectores de colores hasta luces estroboscópicas y neones giratorios. Todo ello cumplía con el objetivo de crear ese ambiente extravagante y hedonista que buscaban sus dueños.
Respecto a la decoración, seguía siendo un teatro, pero diferente. El patio de butacas se convirtió en la pista de baile, las paredes estaban llenas de espejos y en los balcones se colocaron sofás de cuero que… ¡de cuántas cosas habrán sido testigo!
Además, recordemos que el club contaba con una lista de invitados exclusiva y un estricto código de vestimenta, lo que le daba un aire de exclusivo y un tanto misterioso.
Fiestas temáticas, drogas y excesos
Studio 54 tenía una gran premisa: lo que pasaba en su interior se quedaba de puertas para adentro, algo así como la mítica frase en referencia a Las Vegas que todos conocemos… Por eso, la seguridad era muy importante, tanto para sus dueños como para los visitantes más selectos.
Apenas hay imágenes de lo que ocurría en sus fiestas temáticas (en las que se podían llegar a gastar más de 100 mil dólares) o en sus palcos… Los paparazzis tenían prohibido el acceso. Excepto cuando querían mostrar algún evento en particular…
Ése fue el caso del cumpleaños de Elizabeth Taylor. La actriz llegó en una carroza de gardenias acompañada por su marido, el senador de Virginia John Warner, y contó con la actuación del grupo Las Rockettes. ¡La fiesta continuó hasta bien entrada la madrugada!
Además de Taylor, Elton John, Michael Jackson, Liza Minnelli y Diana Ross eran habituales en el club, y su presencia solo aumentaba su reputación. ¿Y cómo recompensaban Rubell y Schrager a sus clientes más vips? Con entretenimiento y shows exclusivos, así como con drogas de gran calidad.
Y es que, éstas eran un secreto a voces en Studio 54. Uno de los ingredientes fundamentales de su éxito y… posterior fracaso.
Tres años de loco desenfreno
Después de casi tres años siendo un icono de la revolución sexual de los setenta, el club fue objeto de investigaciones por evasión de impuestos y por permitir el consumo de drogas en sus instalaciones.
De hecho, en una de las redadas que se le hicieron, se encontraron más de 600 mil dólares en bolsas de basura, 300 pastillas de metacualona y cocaína.
Con todos estos problemas legales el fin estaba próximo y en febrero de 1980, se llevó a cabo una fiesta de despedida llamada “el final de la Gomorra moderna”. Tras ella, el club cerraría definitivamente y Rubell y Schrager serían arrestados y condenados por evasión de impuestos. Cuentan las leyendas que la última copa que se sirvió la bebió Sylvester Stallone y que Diana Ross fue quien cerró el show final.
Su legado sigue presente 44 años después
Cuando Studio 54 echó el cierre, ya era un símbolo de la cultura de los 70’ y su influencia había trascendido más allá de Nueva York. Creó un precedente a nivel nacional y dejó una huella imborrable en la historia de la música y la vida nocturna. Gracias a este club, la música disco se popularizó más aún.
A pesar de que el club original ya no existe, ha sido objeto de numerosos documentales, libros y películas que han intentado capturar su espíritu e importancia. Aunque, a día de hoy, lo que se conoce de su historia no es ni una mínima parte de todo lo que ocurrió reflejado en sus espejos. La mayoría de las vivencias quedaron en la memoria de aquellos que pudieron experimentarlo.
Devo López