Robledo de Chavela, un precioso pueblecito de la sierra de Madrid, en mitad de ninguna parte, pero que está ahí desde el tiempo de los romanos, hace ya algo más de mil quinientos años. Un precioso y agradable lugar para vivir. 

En este pueblito encantador se concentraba el orgullo de todos los españoles la madrugada del 16 de julio de 1969 y los días posteriores, mientras en Estados Unidos comenzaba el mayor evento científico de la historia de la humanidad, la primera misión espacial tripulada que llevaría al “hombre” a la Luna, sí… era 1969, los astronautas eran hombres, las mujeres estaban en la cocina, pero he dicho evento científico, a nivel social aún estábamos muy, muy atrasados.

Esa semana toda España se reunió para ver juntos las retransmisiones, en directo a través de TVE, de la misión del Apolo XI retransmitida por Jesús Hermida y, al menos en España y en la mítica base de Cabo Cañaveral, el nombre de Robledo de Chavela se repetía en múltiples ocasiones. Y es que en nuestro entrañable enclave de la sierra madrileña se encuentra una de las tres antenas del DSN (Deep Space Network) o Red del Espacio Profundo del mundo. Tan solo tres antenas situadas a lo largo del planeta que se utilizan de apoyo a misiones interplanetarias de naves espaciales y a la observación y exploración del Sistema Solar y del Universo mediante sistemas de radio y radar. 

El Saturno V despegaba rumbo al espacio, y en los ojos de los millones de personas que lo veían, en directo o en diferido, pero siempre a través de las antenas del DSN, se hacían realidad los sueños e ilusiones de muchos, sueños que hasta ese momento habían vivido solo en nuestras mentes.  

Michael Collins, de 38 años, piloto del módulo de mando. Edwin E. Aldrin Jr. de 39 años, piloto del LEM (modulo lunar). Y, por último, Neil A. Armstrong, de 38, comandante de la misión. Volaban literalmente por el espacio camino de la eternidad y de ¡la Luna! 

Desde que en 1865, casi cien años antes, Julio Verne publicará en el “Journal des débats politiques et littéraires” su novela satírico científica titulada “De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures”  miles de noches se han plagado del sueño de volar por el espacio y alcanzar ese diminuto planeta que nos hace de satélite y que tanta y tanta mitología tiene acumulada. A lo largo de la historia de la humanidad la Luna ha sido diosa, sueño y fuente de anhelos. 

Aún hoy, muchos miramos a la Luna y recordamos a alguien querido (k). Un lugar tan mítico solo podía estar fuera de nuestro alcance, fuera de nuestro planeta… ¿O no?

El  21 de Julio de 1969, el comandante Armstrong salió del módulo lunar (LEM) y pisó la superficie de la Luna. ¿Quién no se estremece pensando los nervios que debía tener el comandante al decir aquella mítica frase “Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”? ¿Cuántas veces la repetiría en su cabeza antes de que saliera por sus labios? El planeta Tierra, la humanidad al completo, tenía sus ojos puestos en él.  Era el primer ser humano que pisaba la Luna. Tras él, Aldrin, a quien apodaban Buzz. El periodista de la CBS, Walter Cronkite, presentador de la emisión en directo, y que contaba con muchísima más experiencia que Armstrong para hablar en medios de comunicación, se quedó sin palabras en un primer momento, tras lo que solo fue capaz de decir: «¡El hombre en la Luna!… ¡Oh, chico!… ¡Wow, chico!» 

Solo el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York de 2001 es comparable en expectación a la llegada del hombre a la Luna

Sabías que…

No solo pisaron, caminaron y recogieron muestras, naturalmente, colocaron su bandera, no, la de la humanidad no, la de Estados Unidos. Pero seamos claros, seguimos en 1968, lo que llevó al ser humano a la Luna, fue la Guerra Fría y su carrera espacial, no el afán científico. Por otra parte, aquella bandera es ahora la de toda la humanidad, porque en ella ya no quedan barras ni estrellas, la radiación solar se ha encargado de dejarla…, simplemente blanca.

Los dos astronautas estuvieron nada más y nada menos que 20 horas en la superficie lunar, mientras un «a la espera» Michael Collins aguardaba en el módulo de mando. Tras su regreso de la misión, Aldrin dijo: “Si llegamos a la Luna no fue para estudiarla ni recoger muestras de su suelo, sino para aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en segundo plano…”

El famoso Buzz de la película de Disney, “Toy Story”, se llama así en honor a Buzz Aldrin. «¡Hasta el infinito y más allá!»

Sabías que…

Neil Armstrong, abandonó la NASA tan solo dos años después de aquello, en 1971, para convertirse en profesor de la Universidad de Cincinnati, llevando así una vida alejada de la prensa. Cuando un periodista se acercaba, con resto firme y serio, repetía de forma continua la frase “solo soy un hombre normal”.

Con el tiempo solo apareció como reclamo publicitario para la marca de coches Chrysler en 1979, y participó en muchos eventos de carácter científico, uno de los últimos, en Tenerife, en el Starmus Festival, donde algunos tuvimos la suerte de poder conocerlo. Pero seguía siendo el mismo esquivando siempre el protagonismo de haber sido el primer hombre en pisar la Luna. Mientras tanto, Buzz caía en una depresión y tenía problemas con la bebida, aunque siempre fue más amable con la prensa y pronto se recuperó para continuar su carrera en las Fuerzas Aéreas. 

Neil Armstrong durante el festival de divulgación científica Starmus (2011) en Tenerife. Fotografía: Francisco Fernández

Y es que el orgullo, el honor, las medallas, la nobleza, y la gloria no son humanas y no tienen defectos, pero quienes las ostentan sí.

Y así fue como los orgullosos españoles nos sentimos parte de una carrera espacial en la que nunca participamos pero de la que, por aquel entonces, el régimen franquista aprovechó y convirtió en todo una victoria. 

Francisco Fernández