El barrio de Gràcia, situado en la zona alta de la ciudad, después del famoso Passeig de Gràcia y la avenida Diagonal, es uno de los distritos de referencia en Barcelona debido a que, en los últimos años, se ha puesto de moda por estar lleno de vida cualquier día del año. Se caracteriza por ser un barrio con bastante personalidad, tener algunas de las fiestas más conocidas en la ciudad y por sus casas bajitas con balcones, típicas de pueblo, que nada tienen que ver con el barrio de El Eixample. Sus tiendas de artesanía, los bares y las plazas llenas de juventud son algunos de los atributos que caracterizan a este barrio que cuenta con más de 65.000 habitantes censados, vamos, lo que vendría a ser una pequeña ciudad dentro de la misma. Muchos lo consideran el Malasaña barcelonés, pero las comparaciones son odiosas… Aunque ambos tienen su esencia alternativa y los bares son los protagonistas, el barrio de Gràcia esconde su propia historia entre las calles.

Su esencia se encuentra en las plazas

Quizás uno de los detalles más peculiares de este barrio de Barcelona son sus plazas. El barrio cuenta con 8 plazas, todas rodeadas de bares con terrazas, pero en cada una de ellas suele haber un ambiente diferente. La plaza del Sol es conocida como el epicentro social, no tiene el kilómetro 0 como en Madrid, pero es la ubicación clave para cualquier quedada. Cada uno va con su cerveza en mano, buscan un hueco para sentarse y a veces se juntan más de cien personas en pequeños grupos. Lo más curioso es la ceremonia que se repite cada noche. Sobre las once, la guardia urbana llega con sus coches patrulla a la zona y poco a poco todos se van levantando tranquilamente como una coreografía ensayada en la que cada cual conoce su papel.

Plaza del Sol

A pocos metros, cruzando Travessera de Gràcia se encuentra el corazón del barrio, la Plaza de la Vila, o lo que es lo mismo, la Plaça del rellotge, cuyo nombre se debe al torreón y único campanario de Barcelona que no pertenece a la iglesia. En esta plaza se halla también el antiguo ayuntamiento de Gràcia, actualmente, sede del distrito. Porque sí, hubo un tiempo en el que Grácia era independiente de la propia Barcelona. En el siglo XIX más de 600 cabezas de familia votaron un referéndum en el que salió mayoría absoluta y el distrito se convirtió en municipio independiente durante varios años. Actualmente, es una plaza bastante familiar en la que se reúnen tanto colectivos para protestar sobre temas sociales o económicos, como padres y madres que se sientan en una de las terrazas mientras sus niños juegan alrededor.

La plaza de la Virreina es una de las favoritas de los vecinos, con la iglesia de Sant Joan, del siglo XIX, coronando la vista principal. Se trata de una plaza peatonal, como la mayor parte de Grácia, en la que la gente se reúne para tomar el vermut los domingos por la mañana y donde los alumnos de la escuela de swing aparecen de vez en cuando para realizar una exhibición de baile a la que se puede sumar quien quiera. Aquí mismo desemboca la calle Torrijos que, junto a la Verdi, son las arterias principales del barrio.

Las fiestas del barrio, otro rollo

Principalmente, el barrio de Grácia tiene una particularidad que lo hace único: sus fiestas mayores. Se celebran la semana del 15 de agosto y son conocidas porque se adornan todas las calles. Los vecinos dedican meses a pensar una temática y crear un paisaje de fantasía con materiales reciclados. El año pasado podías entrar en el mismo callejón Diagon de Harry Potter, como a la Atlántida o Macondo.

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Entre todas, siempre se premian a las decoraciones finalistas y durante una semana Gràcia es una fiesta, como París para Hemingway. Conciertos al aire libre, talleres y actividades para los más pequeños y la presencia de los Diables, asociaciones culturales de tradición catalana que realizan actuaciones con el fuego llamadas correfocs y, como su nombre indica, van vestidos como diablos. Son el ingrediente fundamental en cualquier fiesta mayor de Cataluña, así como los Castellers, que crean torres humanas de distintas formas. El día de San Roque, los Castellers de la Vila de Gràcia le dedican un pilar de ofrenda, como parte de la cultura popular del barrio.

El aperitivo que no falte

Y entre plazas y fiestas, hay otro factor indiscutible que le gusta a todo aquel que visita Gràcia: tomar el aperitivo. Hay cantidad de bares y bodegas que permanecen ancladas al tiempo y ofrecen tapas típicas y de calidad junto a un buen vermut casero. El Can Tosca, Lo Pinyol y el Nou Can Codina en Carrer del Torrent de l’Olla, el bar Pietro en Travessera de Gràcia o la bodega E.Marín, la clásica taberna catalana.

Sandra Rego