OPINIÓN.- Reflexionamos con Sara Herranz.

Son las 10:35. Me estoy tomando un café en el bar de mi barrio. Tengo puestos mis auriculares, pero no suena música. Garabateo en mi libreta. Un hombre me observa desde el final de la barra. Noto su mirada clavada.

Sonríe un poco. Seguro que estás mucho más guapa si sonríes.

Un desconocido me pide que sonría. «Hazlo», pienso. Sonríe con una mueca congelada. Sonríe para ese hombre. Lo has hecho antes para otros. Qué más da uno más. No es para tanto. ¿No lo es?

La sangre se revuelve en mi cabeza. Me siento un objeto. Un entretenimiento. Él quiere modelarme para conseguir lo que quiere ver. Seguramente creerá que está siendo caballeroso y que su comentario no tiene una mala intención. Quizás no la tenga. Probablemente no haya pensado que, a lo mejor, no me apetece sonreír. Estoy tan agobiada que tengo que hacer malabares con mi vida para no desestabilizarme y tan agotada que soy incapaz de ver una serie sin olvidarme de ella al día siguiente. No. Hoy no quiero sonreír, ni ser complaciente con usted,
señor desconocido del bar.

Soy seria. He aprendido a esconder mis dientes. Estar seria es mi zona de seguridad. Lo he aprendido con el tiempo. Pienso en estos últimos años. Cómo las mujeres hemos conseguido que el feminismo ocupe un espacio importante de la conversación, desde los gobiernos con Consejos de Ministras hasta el giro feminista de películas tan clásicas como Star Wars.

En 2020, las mujeres no estamos para andar regalando sonrisas a señores desconocidos que nos interpelan en bares o en las calles, sobre todo si no nos apetece.

Me diréis que estoy exagerando, pero ¿a cuántos hombres conocéis que les hayan dicho que sonrían porque están más guapos, una y otra vez, a lo largo de su vida? Pedirle a una mujer que sonría no es tierno, ni halagador. Es una forma de dominación, muy sutil y aceptada socialmente, pero no por ello deja de ser algo sexista. Nosotras tenemos que sonreír, a pesar de todo. Sonreír, para seguir siendo atractivas para ellos. Sonreír, a pesar de estar agotadas.

Estoy cansada de que nos digan lo que tenemos que hacer con nuestro cuerpo. Y estoy cansada de sonreír para estar más guapa. No quiero ser guapa. Solo quiero ser yo.

Sara Herranz