Sara Herranz
Debería limpiar las cortinas de la ducha. Viene el agua fría. Ahora mejor. Tengo que escribirle. O quizás llamarle. Estaba raro. Pero dijo que no le pasaba nada. No le pasa nada, pero luego se traba si no contesto inmediatamente sus whatsapps. Odio los amores de verano. Pero mira, el verano no es eterno. Él lo tiene que entender. A lo mejor podría decirle lo del sábado. Fijo que querrá invitar también a su amigo. Vaya plasta. No paró de hablar todo el rato del trabajo y yo intentando seguir su monólogo para que no se sintiera excluido. ¿Por qué me obsesiono con caerle bien a gente que ni siquiera me gusta? No sé qué hora será. Seguro que llego tarde. Odio septiembre. Y esa maldita sensación. Parece como si el año empezase ahora. Debería apuntarme a inglés otra vez. Tengo que pedir cita con la ginecóloga para esa citología. La foto de perfil de Tinder. Debería actualizarla. O no. Debería borrarme el perfil. Total, termino saliendo con los mismos tíos. Ni un perfil sin una foto con un gatito. Ni un perfil sin una foto en el Machu Picchu. Es como leer un libro varias veces. Siempre termino encontrando la misma historia. Las apps para ligar son el libre mercado de las relaciones. La x o el corazoncito. “Lo quiero, lo tengo”. “Lo tengo, hasta que encuentre algo mejor”. Nada queda fuera del capitalismo. Ni siquiera el amor. ¿Me he lavado ya el pelo? Voy a llegar tarde seguro. Maldito septiembre. Te odio fuerte. Pero me gustan los comienzos. No lo puedo evitar. ¿Le digo entonces lo del sábado? O que se venga a pasar el fin de semana. Hace cinco años que no te gusta nadie. Quizás deberías intentarlo. Cada vez es más difícil conectar con alguien. Pasada la treintena, no tenemos mochila emocional. Tenemos un camión. Debería llamarle. Sí. Porque aún es pronto para que acabe el verano. En serio, estas cortinas dan asco. Tengo que lavarlas sin falta.
Sara Herranz, ilustradora (@saraherranz)