En España, el Estado de Alarma se decretó el pasado 14 de marzo y una de sus consecuencias fue el cierre de los centro educativos. Esto supuso un verdadero reto para los profesores, familias y niños que tuvieron que continuar con su aprendizaje exclusivamente desde sus hogares, dando lugar a una situación totalmente insólita a la que no nos habíamos enfrentado antes. Después de seis meses, los centros educativos vuelven a abrir sus puertas pero de una forma muy diferente a la que estábamos acostumbrados: es la ‘nueva normalidad’ de los centros.
A pesar de que esta situación está llena de incertidumbre, algo que es totalmente comprensible, está claro que la enseñanza debe continuar, sea cual sea su formato, ya que asegura la continuidad del aprendizaje escolar y contribuye a reducir el estrés y el impacto emocional en la infancia.
Para continuar con la enseñanza presencial en un entorno lo más seguro y saludable posible, es imprescindible que en los centros educativos se tomen una serie de medidas básicas:
Distancia interpersonal: Se debe asegurar el cumplimiento de la distancia física mínima de 1.5/2 metros. Esto es así ya que el virus se transmite por las gotas respiratorias que expulsamos al hablar, toser o estornudar. Dichas gotas no pueden viajar más allá de aproximadamente dos metros en el ambiente, sino que caen al suelo o a alguna superficie por su propio peso. Por tanto, respetando esa distancia mínima se ayuda a evitar la propagación del virus, mejor aún si se trata de espacios abiertos y bien ventilados.
Lavado de manos: Siempre que se pueda debe hacerse con agua y jabón. De hecho, según la OMS, este simple acto es la medida más barata, sencilla y efectiva de evitar el contagio. Si no se puede hacer uso de agua y jabón, el lavado de manos deberá hacerse con geles hidroalcohólicos. Evidentemente, no se aconseja utilizarlos en niños menores de 2 años y a partir de esa edad debe hacerse bajo supervisión de un adulto. Además, es importante que contenga como mínimo un 60% de alcohol: si el gel contiene un porcentaje menor no se puede asegurar que sea lo suficientemente potente para atacar al virus. Hay que tener en cuenta que si tenemos las manos visiblemente sucias el gel no debe ser la primera opción y se deben lavar con agua y jabón.
Uso de mascarilla: Su uso es obligatorio a partir de los seis años de edad. Deberán ser quirúrgicas o higiénicas, de talla infantil, y en cualquier caso deben estar homologadas para tener una garantía de calidad del producto: es imprescindible asegurarnos en el etiquetado de que cumplan la normativa UNE (UNE EN 14683 y marcado CE para las mascarillas quirúrgicas, UNE 0064 para las higiénicas desechables y UNE 0065 para las higiénicas reutilizables).
Además, en caso de las mascarillas reutilizables es importante que en el etiquetado señalen las instrucciones de uso y el número de lavados admitidos. Solo cuando hablamos de niños en grupos de riesgo o con determinadas patologías estaría recomendado el uso de mascarillas tipo FFP2 o KN95. Siempre que se tenga cualquier duda al respecto es importante consultar con un profesional sanitario. Se recomienda no usarlas más de 4 horas, por lo que es importante llevar una o dos de repuesto para poder cambiarla durante la jornada (lo recomendable es usar dos al día). Para evitar contaminarlas se guardarán en un estuche separadas de la mascarilla que se está usando, y ésta se guardará en una funda aparte preferiblemente de tela o de papel. Las fundas deben lavarse tras cada uso. En caso de que se humedezca o se deteriore, se recomienda sustituirla por otra.
Se debe manipular con las manos limpias, cogiéndola por las gomas y tapando nariz y boca: el virus se transmite por contacto de las gotas respiratorias con las mucosas, por lo que la mucosa nasal también debe protegerse para evitar el contagio. Hay que evitar bordarlas con el nombre del niño para no alterar el material de la mascarilla. Se aconseja marcarlas con un bolígrafo o poniendo una etiqueta en las gomas.
Aislamiento de los contagios: Los niños que tengan síntomas compatibles con COVID-19 no deben asistir al centro sino quedarse en casa. Esto es un acto de responsabilidad social: quedándose en casa estará protegiendo al resto de la comunidad al evitar la expansión del virus. Para ello, debemos comprobar cada mañana antes de ir al centro si los niños tienen algún síntoma que nos alerte. Los más frecuentes son: fiebre, tos seca persistente, dolores musculares, decaimiento o pérdida de gusto u olfato.
Estilo de vida saludable: Llevar una alimentación variada y equilibrada, practicar ejercicio físico y llevar una adecuada higiene del sueño son medidas que no nos ayudarán a evitar la propagación del virus, pero sí permitirán que estemos en las mejores condiciones de salud si nos llegamos a contagiar. Entre otros beneficios, este estilo de vida refuerza nuestro sistema inmunitario y además, en el caso de los niños, mejora incluso su rendimiento escolar. Si nos pilla el virus, ¡que nos pille fuertes!
Por su parte, el Ministerio de Sanidad ha publicado un documento de ‘preguntas y respuestas sobre la vuelta al cole’. Unicef también ha publicado una guía titulada ‘COVID-19: proteger la salud en las aulas’ con una serie de principios básicos para asegurar el derecho a la salud al reabrir los centros educativos.
El cumplimiento de estas medidas permitirán crear un entorno adecuado para que estudiantes, docentes y demás personal desarrollen su actividad con la mayor seguridad posible. Solo me queda desearles que la vuelta al cole sea lo más llevadera posible y animarles a que sigan todas las recomendaciones sanitarias. Frenar la propagación del virus es responsabilidad de todos.
Rassul Diallo