El otoño había hecho presencia devorando las hojas de los árboles. Eran las seis de la tarde en la parada de Bir-Hakeim (línea 6 de metro), una parada elevada sobre un fantástico puente metálico con aire neoyorquino.
Encaminé mis pasos hacia el rio y al llegar a él, hacia la derecha. La tarde estaba ya oscura y muchos de los puestos de baratijas para turistas estaban iluminados, terminaban los edificios, se intuía un parque, sólo veía una oscura y compacta fila de árboles. No se entiende el porqué de “la Ciudad de la Luz” hasta que no se ve por el día. Caminaba por una calle casi a oscuras, me sentí inquieto… Entonces, sencillamente, ocurrió, no recuerdo si hizo algún tipo de ruido o me pilló mirando aquellos pelados chopos que tapaban lo que pensaba era sólo un oscuro parque . Poco a poco, tramo a tramo fue iluminándose, me quedé parado, literalmente absorto en aquellas luces que tras los árboles comenzaban a mostrar y dar forma, rompiendo la oscuridad, a la Tour Eiffel. Tardé en reaccionar, me había enamorado, me había enamorado de
París.
La Ciudad de la Luz, meta e inspiración de tal cantidad de creadores, que la misma ciudad se ha convertido en una refinada obra de arte. París, sí, tal y como se enamora un chiquillo de provincia al ver la elegante y refinada figura de una hermosa muchacha de la capital, quedé prendado.
Tan grande como hermosa. Que en París se camina mucho es una realidad muy a tener en cuenta a la hora de preparar el viaje, unos zapatos cómodos serán pieza clave del equipaje. Con el correspondiente crepe de bienvenida en el estómago, los ojos curiosos y los pies ligeros, podrás comenzar tu paseo por la ciudad sin más expectativa que la de disfrutar de ella.
Cámara en mano, ¡listos para la primera ruta parisina!
La línea 8 del metro te llevará hasta Invalides; saliendo por el Pont Alexandre III verás un monumental puente sobre el rio Sena, en una orilla el Petit y el Grand Palais, en la otra, los jardines y el Hôtel National des Invalides, edificio construido como residencia para soldados y militares franceses retirados o lisiados. En 1840 fueron trasladados allí los restos de Napoleón Bonaparte desde la isla de Santa Elena. Una magnífica cúpula dorada visible desde toda la ciudad sirve de mausoleo para el emperador. Rodeada de fosos y jardines como si de una fortaleza se tratase, Les Invalides es hoy el museo del ejército francés. Dicen… que la tumba de Napoleón está en un piso inferior viéndose desde una pasarela para que, al mirarla, tengas que agachar la cabeza de forma obligada. La Avenue de Tourville te llevará al Ecole Militaire, y desde allí, a les Champ de Mars. Y allí, frente a ti, la octava maravilla del mundo moderno, al extremo del Campo de Marte, a orillas del Sena, hecha de hierro refinado, bellísima, la Tour Eiffel. En las inmediaciones, un ejército de vendedores ambulantes que te ofrecerán reproducciones baratísimas de la torre, cuanto más cerca de la torre, más baratas. También, una pequeña feria y algunos puestos junto al rio, entre ellos el de crepes. Eso sí, a los que les agrade la idea de pedir un crepe de queso, con lo que sea, cuidado, ya que emplean un queso muy graso y el crepe resulta incomible. Pide que te pongan “peu de fromage” y así lograrás equilibrar los sabores.
A la torre podrás subir en ascensor, pero, las escaleras al segundo piso forman un entramado muy bonito, agradable, curioso y con unas vistas magníficas. Una vez arriba podrás disfrutar de restaurantes, una pista de patinaje y varias tiendas de souvenirs, en las que encontrarás detalles de mayor calidad que en otros puestecillos ambulantes, o no. Los baños totalmente rojos, son sólo una muestra más de cómo los parisinos cuidan hasta el más mínimo detalle, sin duda, nada pasa desapercibido. Tras la visita toca atravesar el puente hasta los jardines del Trocadero para, una vez allí, desde el Palais de Chaillot tener una vista perfecta de la torre. Desde Trocadero, por la línea 6 del metro hasta Charles de Gaulle – Etoile, haciendo transbordo a la línea 2 dirección Nation, llegarás a Pigalle, la puerta de Montmartre, un barrio en el pasado con muy mala fama por los cabarets y burdeles que atrajo a buen número de artistas quienes terminaron convirtiéndolo en el atractivo y pintoresco barrio actual. En Pigalle encontrarás luces, anuncios, cabarets y otra de las, quizá, míticas fachadas de París, el Moulin Rouge. Pero, no todo son luces y fiesta en Montmartre, callejeando hacia arriba, siempre hacia arriba pues es una colina, disfrutarás de multitud de tiendas curiosas y llegarás a la cima coronada por el Sacré-Coeur, junto al que encontraremos la espectacular Place du Tertre, una plaza abarrotada de restaurantes en los que degustar una romántica cena. ¿Cuál es mejor? En la entrada de todos ellos encontrarás la carta con los precios. La calidad de la comida, como en toda Francia, es impecable gracias a la legislación francesa que es muy estricta al respecto. En algunos de ellos, como Au Cadet de Gascogne, disfrutarás de música en directo. Que el tipo del violín/acordeón toque junto a ti en la cena, podrá ser igual de entretenido o de estrenaste, en cualquier caso es una opción a tener en cuenta. Tras la cena, disfruta de las vistas en el mirador al pie del Sacré-Coeur. ¡Impresionantes!
Segundo día…
Una mañana en el Museo de Orsay, no es tiempo ni remotamente suficiente para poder disfrutar de uno de los museos más bellos del mundo. Sin duda, esta antigua estación de tren, se ha convertido en uno de los más sublimes altares dedicados a las artes plásticas; Manet, Renoir, Cézanne, Monet, Pissarro, Sisley, Sorolla, Van Gogh y mi predilecto, Edgar Degas, que junto a tantos otros escultores y pintores hacen de este museo un lugar incomparable. Las emociones recorren los pasillos de un lugar en el que las obras expuestas generan más que la amable sensación de contemplar la belleza. La condición humana está reflejada en las paredes y pasillos por donde antaño los viajeros de toda Francia caminaban absortos en sus vidas.
Ningún otro lugar de París, ni tan si quiera su vecino, el Museo del Louvre, con muchas más obras y seguramente de mayor importancia, es comparable a este pequeño espacio. En él hay dos restaurantes donde podrás reponer fuerzas para seguir con la ruta. La Passerelle de Solferino te llevará sobre el Sena a los Jardines des Tuileries, la Place du Carrousel y la Pyramide du Louvre. Tendrás que seguir hacia Le Palais Royal, y continuar por la rue de Saint Honore para llegar a la Place de la Vendome, una plaza octogonal donde los escaparates de joyeros de reconocido prestigio como Cartier (1898), acompañan a la espectacular Columna Vendome. Es está la plaza en la que Chanel (quien también tiene allí una boutique) se inspiró para la forma de los botes de sus perfumes. Muy cerca, la iglesia católica de la Madeleine, interesante construcción religiosa, realizada a semejanza de los templos romanos y desde la que a través de la Rue Royale llegarás a la Place de la Concorde. En su centro, donado por el virrey de Egipto, un enorme obelisco proveniente de Luxor. Hoy en día, al borde de los Jardines des Tuileries, encontrarás una gran noria desde la que tendrás unas vistas espectaculares de todo París. Al sur el Sena, y al otro lado del rio la Quai d’ Orsay y el Palais Bourbon, donde se encuentra la Assemblee National, sede del Parlamento francés. Siguiendo por la Avenue des Champs-Elysees a la izquierda encontrarás el Grand Palais y el Petit Palais que entre jardines nos dan paso a la principal avenida comercial de la ciudad. Tiendas y centros comerciales pueblan sus amplias aceras, también centros de ocio y restaurantes, entre los que destaca el León de Bruxelles donde podrás degustar una variada carta de “moules” (mejillones) riquísimos. Al final de la calle la plaza Charles de Gaulle Etoile y otro gran símbolo de la ciudad, el Arco del Triunfo. Una vez junto al arco, obligatorio visitarlo y subir a él para disfrutar de sus vistas.
Día tres…
En la plaza del Hotel de Ville se encuentra ubicado el ayuntamiento de París desde la Edad Media.
Se trata de una magnífica extensión enmarcada por el palacio Boccador, sede del consistorio, el Sena y la Île de France. Caminando hacia ella, otro edificio histórico de la revolución, la Conciergerie, un magnífico castillo que sirvió de encierro previo para multitud de nobles. Se puede visitar y es totalmente recomendable, allí podrás pasear por el humilladero, lugar donde obligaban a los nobles a caminar mientras el pueblo se acercaba a insultarles y humillarles desde una pasarela alta. Junto a la Conciergerie una pequeña, pero impresionante, y poco transitada capilla, la Sainte Chapelle, unas vidrieras que merecen la pena sin duda, y que nos proporcionan un perfecto preliminar para otra de las joyas de la corona, Notre Dame de París. Esta catedral no es especialmente más llamativa que las que podemos encontrar en España, pero… en las españolas no te suelen dejar visitar los entresijos del edificio, y aquí sí, la leyenda de Cuasimodo nos acompaña entre los contrafuertes y las empinadas escaleras de caracol que nos llevan hasta las archiconocidas gárgolas de la catedral. Tras despedirte de ellas y atravesando de nuevo el Sena encontrarás una amplia oferta de restaurantes como Le Remiten, en la rue des Grands Degres, o el vegetariano Le Granier de Notre Dame, en la rue de la Bûcherie. Después de comer, un agradable paseo por el distrito V te llevará al Panteón uno de esos lugares que puede explicar a la perfección el tan afamado chovinismo francés. El lugar se construyó como una iglesia, pero la revolución impidió que al terminarla se consagrara como tal y la Asamblea Nacional decidió convertirla en el templo donde albergar los cuerpos de los ciudadanos ilustres. En el frontispicio reza la inscripción “a los grandes hombres, la patria agradecida”. Allí descansan grandes como Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Voltaire, Marie Curie o Emile Zola. Una perfecta muestra del valor que da esta nación a sus ciudadanos y hace comprensible que sus ciudadanos tengan en tan gran estima a su nación.
* Con casi 45 metros de altura y cuatro de ancho, está inspirada en la Columna de Trajano, aunque la Vendome tiene bajorrelieves con representaciones de guerra, realizados sobre el bronce de los cañones arrebatados por el ejército de Napoleón en la batalla de Austerlitz, a la que sirve de conmemoración.
** Lugar donde estuvo emplazada la principal guillotina durante la revolución. Guillotina que calculan cortó algo más de 1000 cabezas, entre las que estuvieron las de Luis XVI, la reina María Antonieta y el famoso Robespierre.
Francisco Fernández