¿Todavía no has leído Panza de Burro?

El verano escolar de dos niñas de 10 años en la isla de Tenerife podría entenderse como un par de meses de playa en donde el sol raja las piedras mientras fantasean con ser adultas. Panza de burro es, sin ir más lejos, el ansia de dos niñas por visitar la Playa de San Marcos que de vez en cuando se dibuja tras el mar de nubes. Masa que permanecía con candado en el cielo brumoso que tapa un pueblo escondido en las faldas del Teide.

Andrea Abreu (24 años, Tenerife), autora de Panza de Burro (editorial Barrett), creció con el miedo de que el volcán que daba sombra a su casa erosionase y manchara todo de lava. Esta infancia, muy distinta a la de los niños de su edad que también usábamos el Messenger en el ciber de la ciudad, es clave para contarnos la historia de Isora Candelaria González Herrera y su inseparable Shit; a la que bautizó de esta forma porque para Isora la caca era algo bonito y su amiga también lo era.

Ya por su quinta edición, Panza de burro como describe su editora Sabina Urraca (36 años, vasca de nacimiento pero criada en Tenerife) es la literatura millenial canaria que se necesita en las islas. “Siempre desde que llegué a Madrid desde Tenerife, sentí una especia de rabia sorda al percibir que en el exterior se sabía más bien poco de las islas, y que mucho de lo que se sabía estaba de alguna forma errado o incurría en lugares comunes”.

Andrea Abreu, autora de Panza de Burro
Sabina Urraca, editora de Panza de burro a la izquierda.
Andrea Abreu, autora del libro a la derecha.

Andrea Abreu nos cuenta la historia de dos niñas que hacen cosas de niñas y te lo cuenta, sin ningún tipo de remordimiento, como si todavía fuera una de ellas. Sin importar leyes. Con algunos toques autobiográficos y un lenguaje canario que desafía todas las normas ortográficas.

En lo alto de un pueblo de Icod de los Vinos, las dos protagonistas comen güevos en la casa de la abuela de Isora bajo el gran vúlcán, queman yerba arrancada en la noche de San Juan o recorren los montes de alrededor evitando a los jediondos que para ellas eran los extraños guiris.  

Una novela que describe la niñez de los de la generación que crecimos escuchando las canciones de Aventura o utilizando el Messenger para tener conversaciones con hombres desconocidos. Todos lo hicimos.

Unas líneas de lo más normales con un toque personal que hará que los días de aquel verano se te vengan a la memoria cuando subas al Teide y pienses en sus pueblos envueltos en nubes y en una shit echando de menos, como todos los días antes de verse, a su amiga.

Ivory Samos