Estoy eufórica y quedo para hablar con mis amigas. Les cuento que he aprendido a hacer pasta carbonara, pero la receta buena, no esa que hacéis con nata. Bajo al mercado del barrio y compro queso mascarpone porque se me antoja cenar tiramisú, y después me pongo el último capítulo de Euphoria –madre mía, el monólogo de Jules es sublime– y me meto en la cama pensando que ojalá yo hablara con esa locuacidad en terapia. Pero la excitación no dura. Se diluye en unos días. Y ahora estoy chiquita. Pego la carita al cristal frío. «Necesito no ver pasar la vida a través de la ventana». Bebo el quinto café del día, con un tic nervioso en el ojo derecho, y me debato entre sentirme enfadada, tener hambre o, simplemente, estar harta de esta inefable situación de apatía y aburrimiento. En ese vaivén bailamos «mis yos», a veces ingeniosa y exultante, a veces en guerra conmigo y con el mundo.

Esto ya lo he dicho antes:

Los libros de la mesilla:

Keiler Roberts relata en Isolada fragmentos cotidianos con los que podríamos identificarnos cualquiera pero ¿cómo se vive cuando se sufre un trastorno bipolar?
El libro parece un pequeño agujero en la pared al que la autora nos deja asomarnos y así, con humor pero sin edulcorantes, Roberts nos hablan de cómo sobrellevar la creación artística, la maternidad y la familia, con los trastornos mentales.

Keiler juega con la emoción del relato y la austeridad del dibujo. La desnudez es tal, que se muestra sencilla e imperfecta en el blanco y negro de sus trazos. No hay color salvo en la portada y la contraportada. Ni siquiera sombras. Las viñetas se suceden una tras de otra sin un nudo ni un desenlace, como trocitos de vida, y una se pregunta si esa fragmentación, ese desorden, no será un reflejo de la propia autora.

La luz en la oscuridad:


El tema de la fragmentación y la identidad es temática habitual en el cine. En Perfect Blue, la ópera prima de Satoshi Kon, nos encontramos con Mima, una joven cantante de un grupo de pop japonés, que da un cambio en su carrera para convertirse en actriz. Pero este giro provoca las críticas de sus fans, que ya no reconocen a su ídolo, a lo que se une la aparición de un perfil en la red que suplanta su identidad –a destacar lo visionario de un guion del 1997, que ya advertía los problemas que podría ocasionar la reciente aparición de Internet–.

La realidad de la protagonista se difumina, y el espectador queda desorientado. Perfect Blue juega con la repetición, con el concepto de “cine dentro del cine” y con un montaje a veces frenético, a veces onírico, pero que nunca antes había visto en ninguna película de animación. Es tal la calidad de este thriller que el propio Aronofsky compró los derechos de la cinta para plagiar, plano a plano, algunas secuencias en sus películas más conocidas.  

Temas, penas y poemas:

“Just because I feel low, right now, it doesn’t mean all that I’ve got has run out. You know I think you look good.”

No me escondo al reconocer que mover el culo a ritmo del último disco de Bad Bunny fue mi terapia para no terminar “cucurucucú” en la cuarentena. Justo en ese momento, en pleno confinamiento, apareció un perfil en Spotify con el nombre de Bad Bunsy y un álbum titulado Coronavirus. ¿Era acaso el alter ego de Bad Bunny? ¿Una estrategia de marketing para mantener la atención y compartir maquetas con el público entre el lanzamiento de YHLQMDLG y El último tour del mundo? ¿O simplemente un impostor? Los fans intentábamos descubrirle en las letras, reconocer su característica voz de reguetonero, pero el doppelgänger resultó ser un fake, y las canciones desaparecieron tan rápido como ese like que das por error cuando estás cotilleando la cuenta de un ex.

Cambiar de nombre para lanzar otro proyecto es algo habitual en la industria musical. Lo hizo Chet Faker cuando, tras una década de trabajo, decidió firmar su música con su nombre propio (Nick Murphy). Recientemente compagina sus dos perfiles, lanzando nuevos temas bajo ambos apodos. Os dejo aquí una de sus boiler room, porque es lo más parecido a asistir a un concierto que vamos a vivir este año:

Unos trazos:

Mis yos reflejados en el espejo, mientras asumo que este mes cumplo treinta y tantos años:

Aquí me despido. Nos leemos pronto.

Sara Herranz