Vivimos en el nuevo mundo del terror en el que los periodistas ya no somos lo que éramos. Siempre he creído que para ejercer de manera correcta el periodismo no era necesaria una carrera ni un título, simplemente, la vocación marcada por el sentido del deber y la ética que corresponden a un oficio del que en su día se esperaba que terminara convirtiéndose en «el cuarto poder».
Pero todo eso ha cambiado. El periodismo, el periodista y el medio se han corrompido, en algunos casos ha pasado por el propio devenir generado por la inmediatez y los medios digitales pero en otros…
En otros se han valido del poder que nos habían otorgado periodistas de Pulitzer para abusar del mismo. Abuso de poder sí. Un abuso de poder sobre la sociedad, porque al disfrazarlo de poder que realiza el control hacia un gobierno en particular se les ha caído la careta.
Me da pena, mucha, leer en medios y hacerlo sin disfrutar, hacerlo con todos los sentidos alerta por si en vez de informar quisieran corromperme también a mí, por si quisieran manipularme. Seguro que no soy la primera ni la única que ha compartido en sus redes sociales o entre sus contactos una «información» de un «medio fiable» que en minutos aparecía en Twitter con la palabra BULO encima. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué no lo pude ver?
Pues porque para eso estamos los medios, para contrastar la información entre varias fuentes, para dar información y no ser partidistas. Pero hemos llevado la línea editorial muy lejos, tanto que no diferenciamos entre una opinión y la información, tanto que se hace imposible cuestionar a la gente de «a pie» haciendo lo mismo.
Y nos encontramos con vídeos como éste. Un vídeo en el que se pone en duda la praxis del Gobierno, concretamente, la del Ministerio de Sanidad. Sí, sí, en medio de las muertes de nuestros mayores, familiares y amigos me vienen con esas. Pero señores… ¡dedíquense a leer! ¡Leer abre la mente!
En él se denuncia que la publicación del 17 de abril de 2020 en la que sale una de las comparecencias del epidemiólogo, Fernando Simón, tiene más de 49 mil «me gustas». Y para «guiarnos» por «el buen camino» nos indica que si ojeamos la lista de las personas que han interactuado en la publicación podremos ver perfiles con nombres extranjeros. Dejémoslo ahí… O no.
El vídeo nos indica también que las cuentas tienen apenas unos días de vida pero al respecto nadie «nos guía» y es que si lo hicieran nos daríamos cuenta de que es un auténtico sinsentido, que la autoría de ese «me gusta» ya no tiene relevancia porque… si son cuentas falsas qué más da el nombre de la supuesta cuenta.
Y tanto entrecomillado y tanta cuenta, recientemente creada, me hace fijarme en publicaciones posteriores y anteriores. Por eso de darle contexto al asunto en cuestión. Y así, por encima, vemos como la media de «me gustas» por publicación, aquella que puede darnos una pista de la realidad, es de 3.000 y es en ese momento cuando me pregunto… ¿querrá el ministerio en cuestión alimentar sus datos porque va a recaudar fondos anunciando alguna marca cual influencer o youtuber? ¿Será algo puntual fruto todo de la casualidad? ¿A quién le interesa tener casi 50 mil «me gustas» en la publicación en concreto? A simple vista mi respuesta sería… ¡a nadie! Pero vivimos más allá de la sociedad de la información, vivimos en la sociedad de los bulos, los rumores y las noticias falsas, vivimos en la sociedad que desprestigia el oficio que amo, ¿o no?
Esa duda, que me regala un atisbo de esperanza, es la que me hace pensar en que la mayoría terminará fabricando su propia máquina detectora de Fakes a través de preguntas con respuestas, a veces, tan evidentes como que los 50 mil «me gustas» en la publicación del ministerio no favorecen a nadie más que a quien repara en el detalle y lo hace viral.
Agridulce momento que entremezcla miedo y esperanza.
Paola Bonilla