La ovulación y la consecuente menstruación son un signo vital. Menstruar de forma sana nos da mucha más información de la que nos imaginamos sobre nuestro estado de salud basal. 

La fisiopatología de la menstruación ha sido poco estudiada por las ciencias de la salud, a excepción de la «ginecología». El ciclo menstrual empezó a tener algo de interés hacía los años 60 con el desarrollo de los primeros anticonceptivos hormonales; no se pretendía entenderlo realmente, si no bloquearlo. 

El ciclo menstrual afecta a todos los órganos y sistemas de las mujeres y sus alteraciones son un indicador de algún desequilibrio subyacente. Situaciones de estrés, estilos de vida poco saludables, patologías clínicas o subclínicas pueden repercutir en él. Así pues, la irregularidad, el sangrado abundante o el dolor son algunos de los síntomas y signos que se han normalizado o incluso relacionado con «la poca aceptación de la menstruación» por la propia mujer antes que correlacionarse con trastornos endocrinos o carencias nutricionales.

A día de hoy, sigue habiendo un interés científico escaso en entender el ciclo menstrual; como consecuencia nos encontramos ante un desconocimiento general de cómo debería ser este ciclo y se sigue menstruando desde la desinformación en un halo de mensajes erróneos y negativos desde la primera regla.

¿Por qué es importante la primera regla?

La menarquia (la aparición de la primera menstruación) marca el cambio de etapa sexual. El paso de infancia a etapa fértil, no de niña a mujer, serán niñas o adolescentes menstruando, sin más. 

Es momento de dejar de perpetuar esta idea herencia del patriarcado que confunde e hipersexualiza a las niñas. 

Entonces, con la menarquia (que tendrá lugar entre los 9 -16años), se empieza a menstruar, se es fértil y por lo tanto se despierta el deseo sexual y también se empezará a ser cíclica.

La producción de hormonas sexuales femeninas se produce de forma cíclica a través del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal. En la primera fase del ciclo predominan los estrógenos y en la segunda, marcada por la ovulación, los progestágenos. Ambas hormonas tienen un efecto más allá de los genitales femeninos en sí (suelen tener efectos contrarios), de modo que durante la edad fértil nuestros sistemas van adaptándose a esta ciclicidad que se produce ante la posibilidad de un embarazo. 

Los progestágenos tienen funciones destinadas a la protección del embarazo, disminuyendo la vigilancia inmunológica, bajan la actividad neuronal (por eso se está menos activa) aumenta el catabolismo para que el embarazo incipiente esté bien nutrido y además los progestágenos conservan el endometrio evitando que siga creciendo (lo que hacen los estrógenos) y que se descame (la menstruación). 

Si no hay embarazo, los niveles de progesterona bajan y se produce la descamación del endometrio y así, cuando el endometrio se expulse, y quede de nuevo delgado empezaría la primera fase de ciclo de nuevo, la folicular, donde predominan los estrógenos, con funciones casi opuestas, estaremos más activas a nivel neuronal sobretodo cuando se acerque la ovulación, aumenta la vigilancia inmunológica y además hay un efecto proliferativo en el endometrio y la mama. A nivel del ovario estimulará el crecimiento de los folículos, hasta llegar a la ovulación de uno de ellos, el dominante, y así empezará la segunda fase, la lútea. 

Por eso, decimos que somos cíclicas, de hecho podemos decir, que cicla todo el cuerpo, todos los sistemas metabólicos van a ir cambiando cíclicamente durante esta etapa fértil marcada por la menarquia y cuando este equilibrio falla es cuando aparecen los trastornos del ciclo. 

Un ciclo menstrual normal será aquel que dure entre 24 y 32 días, con 3-5 días de sangrado, con una cantidad no superior a 60 ml, sin dolor (que no molestias), sin síndrome premenstrual (que no molimia) y sin sangrados intermenstruales asociados. Todo aquello que se desvíe y se prolongue dejará de ser normal y merece ser estudiado. 

En términos generales una mujer sana estará de media 40 años menstruando, 1 semana cada mes, lo que representa unos 8 años seguidos de su vida. Un evento vital suficientemente importante como para enseñar ya desde niñas a menstruar de una forma sana, consciente, positiva y obviamente sin tabúes

¿Es posible otra forma de vivir la menstruación? 

Es posible y necesaria. La educación menstrual y sexo-afectiva debería formar parte de cualquier currículo escolar; aunque no nos olvidemos de que la educación menstrual y sexual empieza en casa. Empieza en casa incluso antes de que llegue la primera regla. 

La menarquia no llegará por sorpresa, irán apareciendo cambios puberales que nos informan de que el momento se acerca. Imaginaos la ventaja que pueden tener las niñas respecto a la mayoría de nosotras en cómo vivir esta primera regla, si se lo contamos una y otra vez sabiendo lo que les va a pasar, identificando y celebrando cada paso. Sabiendo que un día empezará la pubertad, le saldrá el botón mamario, el vello, el flujo y a partir de ahí la regla. 

Idealmente para cuando llegue la primera regla, la niña debería tener toda la información sobre los cambios en su cuerpo, qué es el ciclo menstrual y sobre lo que representa esta nueva etapa de su vida.

Toda esta información va a llegar, de un modo u otro, desde su primer día de vida a través de las madres y las mujeres que la han criado. 

Ellas, vosotras, váis a tener un papel crucial en su educación menstrual y sexual, al ser uno de los modelos de transmisión de conocimiento consciente que tendrá esta niña, dando información teórica, pero principalmente vais a ser un modelo directo inconsciente para esa niña que va a estar absorbiendo a través de vuestro ejemplo qué significa ser mujer, ser hembra, cómo vivís los embarazos, los partos, las lactancias y los ciclos menstruales. 

Así, desde el primer día de vida se está educando, se está preparando para la menarquia, aunque no se sea consciente de ello, aunque no se haya hablado directamente sobre la menstruación. 

Si nunca le has hablado de la regla, si nunca ha visto una compresa, que tal vez es lo que hemos recibido de nuestras madres, y éstas de nuestras abuelas, educamos desde un modelo del silencio, del tabú, de la culpa y la vergüenza.

Por lo tanto, el cambio empieza en una misma. Y cuando se haya integrado toda esta información automáticamente pasará a través de su modelo, y a través de su palabra a otras niñas, adolescentes y mujeres adultas. 

El ciclo menstrual es un proceso fisiológico, vital y que forma parte de nuestra feminidad pese a que la sociedad se haya encargado de repudiar, ignorar y/o silenciar. 

Dra. Laia Sánchez, cofundadora y directora de Anat Health. Ginecología - Obstetricia.