El suyo es un currículum extenso. Hablar de Juan Cruz es hablar del periodista, novelista, editor y poeta, y según Vargas Llosa “si tuviera que elegir una entre todas sus vocaciones y profesiones, Juan Cruz elegiría el periodismo”, ¿es así?

A veces, depende del estado de ánimo. Yo soy varias personas a la vez, acaso por eso soy periodista. Un periodista debe de tener todo tipos de músicas en la cabeza, la música íntima, la música multitudinaria… todo lo que tiene que ver con la palabra tiene que ver con la música, con la energía que tiene conseguir que los hechos se conviertan en oraciones, en narración de estados de ánimo… De modo que no puede haber alguien que trabaje la palabra que no tenga todo tipos de músicas en la cabeza. Cuando un periodista vuelve de un reportaje vuelve de una emoción y depende de cómo transcriba esa emoción las cosas serán de una manera u otra.

Son tantas las entrevistas que le han hecho a lo largo de su carrera que no repetir preguntas de otros medios y periodistas sería muy complicado, por eso parte de la entrevista la trataremos como una extensión a esas respuestas que ya ha dado, por ejemplo, recoge usted la frase de Eugenio Scalfari que dice que “el periodista es gente que dice a la gente lo pasa a la gente”, ¿sigue siendo ésta la labor del periodista hoy?

Esa es exactamente. No hay otra. Preguntamos sobre lo que ocurre, lo confirmamos, lo publicamos. Lo nuestro no es la opinión, es la información. La opinión es de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, y vale lo que vale como expresión de sabiduría o de estado de ánimo. Hay ciudadanos que saben mucho, por ejemplo, de economía, de medicina, de arte…, y a ellos hay que requerirles opiniones al respecto de lo que ocurre en los distintos campos. Sin embargo, esos mismos ciudadanos no pueden saber de todo, así que sería estúpido preguntarles sobre astrofísica o sobre fútbol. Cualquiera tiene una opinión, pero el valor de las opiniones depende de lo que se sabe. Y hay demasiados periodistas ya opinando cada día de todas las cosas de las que son otros los que verdaderamente saben.

Arrepentirse de un error es también información.

Se considera usted una persona y un profesional detallista, y gestos como el envío de 8 rosas violetas a Ángela, la mujer de Antonio Molina, después de haber errado al escribir que había tenido 6 y no 8 hijos lo avalan (violetas porque era su color favorito), ¿debe un buen periodista cuidar los detalles?

Los detalles son el fundamento de una crónica. Los datos son imprescindibles en una información. En la vida social de un periodista, éste tiene que cuidar sus fuentes y a quienes lo ayudan a hacer su oficio. Y si se equivoca, el detalle mayor es confesarlo y publicarlo. Sin restricción alguna. Arrepentirse de un error es también información.

“Si damos fast food en lugar de información, estamos dañando a la sociedad”, ¿es éste el devenir del periodismo?

El fast food ha existido siempre como tentación. En el periodismo publicado y en el penoso periodismo de las barras de los bares, donde cualquier rumor se puede ofrecer como carnaza para una conversación inane que de todos modos va a perjudicar a las personas a las que se distingue con esa inquina de barra. Lo peor es cuando la inquina de barra la padecen los periodistas y se manifiesta en campañas vergonzantes contra instituciones o personas a partir de hechos falsos o en todo caso no verificados adecuadamente.

¿Cree que la sociedad es consciente de que en muchos casos se viste de
periodismo aquello que realmente no lo es?

A estas alturas se ha explicado tanto el origen y el efecto de las noticias falsas y de los rumores como contenido de las noticias que es imposible que la ciudadanía no sepa de los riesgos sociales, culturales y políticos de esta desidia culposa.

“El periodismo no es de los arrogantes, sino de las buenas personas”, ¿es el periodismo de los empresarios?

También, cómo no. Tienen tanto derecho los que pagan la producción de los
periódicos a que sus periódicos sean buenos como los periodistas y los lectores a cultivar el oficio de manera adecuada. No conozco a ningún empresario con el que yo haya trabajado que no quiera que se haga un buen periódico. Los empresarios pueden ser tan buenas, o tan malas, personas como los periodistas. Yo conozco periodistas que son pésimas personas, y tampoco yo puedo alardear de ser un santo. Como cualquiera.

¿Qué consejo le daría al joven periodista que vive entre crisis económicas y crisis de papel? ¿Hay futuro para aquel periodismo que se postulaba como el cuarto poder?

Leer, verificar, volver a leer, volver a verificar. Para escribir bien. Para escribir con conciencia de que no cometes errores por descuido.

¿Y un consejo para el lector?, ¿algo a tener en cuenta a la hora de consumir un medio?

Que use el sentido común para distinguir el polvo de la paja. Que aprenda periodismo leyendo, y que no acepte cualquier cosa como información. Que se sepan los elementos del periodismo es un gran reto y sería una excelente ayuda para ejercer la ciudadanía.

Sabemos que es una persona asmática y que esta condición, no solo hizo que jugar a fútbol con sus amigos durante su niñez fuera casi imposible sino que también, le ha logrado grandes entrevistas, cuéntenos “la historia del Ventolín”.

Está contada en algunos de mis libros. Fui a hacer una entrevista difícil, al pintor Francis Bacon, que no las concedía. Fuimos puntuales. Al verme confesó que no podía darme la entrevista, y alegó asma para posponerla. Sacó su Ventolín. Yo saqué el mío. La solidaridad entre asmáticos lo llevó a sentarse debajo de uno de sus trípticos. Está publicaba la entrevista.

Contar historias, otra de sus vocaciones y profesiones. En un coloquio en el que charlaba con el escritor Luis Landero usted le preguntaba por aquello que tenía alrededor cuando escribía y ahora hago mía su pregunta, ¿qué tiene a su alrededor Juan Cruz cuando comienza alguna de sus obras?

Libros, papeles, cuadernos, elementos que me reúnan con la vida que he llevado, memoria, algunas sugerencias que vienen de la pared o del sonido de la casa, del hotel o del periódico. Mi vida entera me acompaña cuando escribo. Ausencia y melancolía.

¿Qué le inspira o impulsa a escribir? ¿Tiene un método?

Ponerme a escribir impulsa todo lo que llevo dentro. No escribo cuando escribo. También escribo antes, en silencio, y a veces me da miedo lo que escribo.

“Viaje a las Islas Canarias” en junio de 2019 y “En la huerta de Pulsera” en septiembre del mismo año. Consultamos la Wikipedia y nos aparece más de una veintena de obras firmadas por usted, es difícil a veces identificar cuál fue la última. ¿De dónde saca el tiempo? ¿Cuánto suele dedicarle a cada libro?

El tiempo lo saco del tiempo. Lo que tiene el tiempo es tiempo. La pérdida de tiempo es una de las posibilidades que te da el tiempo. Escribir es ganarle al tiempo.

Comenzábamos la entrevista citando su larga trayectoria como periodista, novelista, editor y poeta. También comentábamos que ésta sería la segunda parte de muchas de las entrevistas que otros compañeros le han hecho ya a lo largo de su trayectoria por lo que sabemos que además de un cierto miedo a las orillas de las piscinas también se lo tiene a los espejos, ¿por qué?

Pasé de la pubertad a la adolescencia en cama. Malos tiempos, por el asma. Mi madre me levantó y me llevó al salón. Había un enorme espejo. Me vi pálido, ojeroso, con algo de barba, y me asustó esa visión. Le pedí que tapara los dos espejos que había en la casa; en uno se afeitaba mi padre. Desde entonces sólo me veo en los espejos para afeitarme, como mi padre. Y a media luz siempre.

¿Qué es lo que ve Juan Cruz cuando mira en un espejo?

Uno que me viene a visitar. Generalmente está perplejo; no se espera a quien se encuentra.

¿Y qué deberíamos ver los periodistas cuando nos vemos reflejamos en ellos?

Al lector que va a creerle. Es un reto difícil, muy serio.

Paola Bonilla
Fotografías: Francisco Fernández