Acaba de cumplir 35 años pero lleva más de 20 en la profesión. Cada día, entra en los hogares de millones de españoles a través de la televisión gracias a su personaje en la serie ‘Amar es para Siempre’. En su palmarés reluce un Goya como mejor actor revelación y a su currículum acaba de añadir su última película ‘Que Dios nos perdone’.

¿Qué sentiste? ¿Se tienen nervios también cuando se va a estrenar una película?

Sí, la verdad es que sí. Se tienen muchas ganas porque nos ha llevado mucho tiempo hacerla y la rodamos hace un año ya.

Nervios que no se pueden comparar con los del primer día de un rodaje…

Por mucha experiencia que tengas, el primer día siempre llegas como si fueras al colegio y estás nervioso porque empieza otro curso. Sobre todo en esta última película, el primer día de rodaje fue una escena muy, muy difícil. Requería mucha concentración y mucha acción física. Empezamos muy fuertes en la película, así que estábamos nerviosos.

En ‘Que Dios nos perdone’, dirigida por Rodrigo Sorogoyen y ganadora del premio al mejor guión en el último Festival de Cine de San Sebastián, se le puede ver en una de sus actuaciones más exigentes, si el espectador consigue reconocerle ya que tuvo que perder más de 17 kilos… Cómo has cambiado desde tu película ‘¡Hasta aquí hemos llegado!’, allá por 2002, hasta este ‘Qué Dios nos perdone’.

Puff, creo que ha crecido mucho tanto la persona como el actor o, por lo menos, lo he intentado. Desde la primera ‘peli’ hasta la última han pasado, creo, 14 años. He tenido la suerte y la oportunidad de hacer diferentes películas y estoy muy satisfecho con la evolución.

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¿Y desde ‘Nada es para siempre’? Porque supongo que todavía te recordarán en esa serie…

Sí, todavía hay gente que se acuerda de Zaqui de ‘Nada es para siempre’ o de Triki de ‘Al salir de clase’. La verdad es que esas dos fueron mis primeras series más conocidas, más juveniles.

En el reparto de esta última película coincides con Antonio de la Torre, Roberto Álamo y en estos años has trabajado con otros actores muy importantes… ¿Se aprende mucho de ellos?

Muchísimo. Es un lujazo tenerlos de compañeros. Ojalá dentro de 10 o 12 años me parezca aunque sea la mitad a ellos. Creo que son referentes para los que venimos detrás y poder compartir una película con ellos dos es maravilloso. Luego como personas son muy cercanas, te ayudan, te escuchan y eso te relaja para estar confiado.

No es la primera vez que trabaja a las órdenes del director de ‘Que Dios nos perdone’. Ya son tres las películas junto a Rodrigo Sorogoyen y una de ellas, muy especial. Empezó como un proyecto entre amigos y al final Stockholm, después de una campaña de crowdfunding, logró el reconocimiento de espectadores y crítica y tu primer Goya en la ceremonia de 2014.

Repites con el director con el que ya ganaste un Goya como mejor actor revelación. ¿Rodrigo es tu talismán?

Un poco. Rodrigo y yo tenemos amistad desde hace ya muchos años y nos hemos podido encontrar profesionalmente también en tres ocasiones en el cine. Estamos muy contentos de volver a trabajar juntos. Nos conocemos cada vez más, nos exigimos mucho el uno al otro y hemos hecho una apuesta muy fuerte con este personaje.

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¿Qué supuso para ti ese Goya?

Me costó creérmelo, la verdad. No te puedes imaginar la satisfacción y la alegría cuando de pequeño empiezas a apostar por una profesión porque crees que es la que te gusta y en unos años consigues el mayor galardón que te pueden dar en la profesión pues…Imagínate. Piensas ‘Debo de ir en el buen camino porque para que me reconozcan así con este premio muy mal no debo estar haciéndolo’. Conseguirlo tan joven te da una tranquilidad que ya, pase lo que pase, lo tengo para siempre (risas).

¿Se abren muchas puertas con ese premio?

Es cierto que se abren puertas, pero tampoco tenemos una industria tan grande como para que solo por ganar un premio ya salgas disparado hacia las nubes. Creo que es una profesión que ya se sabe que es “de fondo”. Tienes que seguir luchando y esforzándote porque al final lo que cuenta es el último trabajo que hagas. Puedes ganar un Goya hace tres años pero si ahora haces un personaje muy mal, se te empezarán a cerrar las puertas.

Dentro de la variedad de formatos que hay: películas grandes, pequeñas, cortos… ¿Qué pueden aportar a un actor cada una de ellos?

Yo creo que todos te aportan muchas cosas. Lo importante es la historia y el personaje. Es con lo que tú vas a aprender. Entonces te da igual que sea en un corto, en teatro, en tele, en cine… Al final, lo que te va a aportar o ir sumando es que sea un personaje diferente, un proyecto que arriesgue como por ejemplo, Stockholm que fue una película con otro espíritu que hicimos en nuestra casa, entre amigos y mira dónde llegó. Cada proyecto te va aportando algo para seguir creciendo.

Los nostálgicos de las series recordarán ‘Nada es para siempre’ y ‘Al salir de clase’, pero los espectadores de una mucho más actual también pueden verte en la pequeña pantalla interpretando a Jaime Novoa.

Hoy en día, rodando y emitiendo ‘Amar es para siempre’, ¿te dicen muchas cosas por la calle que te gusten o te hayan hecho especialmente ilusión?

Sí, evidentemente cada vez que haces televisión, que haces una serie, por la calle te reconocen mucho más, te comentan la serie, el personaje, que están enganchados, que la ven cada día… La verdad que es bonito también.

Buscando cosas sobre ti, hemos encontrado que fuiste Niño de San Ildefonso… ¿Cómo has cambiado desde ahí? ¿Ya soñabas con ser actor cuando eras pequeño?

(Risas) Veo que han indagado bien. La verdad es que para nada pensaba ser actor. Me llegó todo muy aleatoriamente. De pequeño, a los 13 años, mi familia me dijo que si además de kárate y fútbol me apuntaba a alguna actividad extraescolar artística y como la música se me daba fatal, acabé en teatro. Me gustó tanto el primer año, que el siguiente me apunté a Cristina Rota, que es una escuela potente, y a partir de ahí me fui enganchando poco a poco.  No fue nada decidido ‘Quiero ser actor’ No, no, no… A los 14 años entré en esa escuela, a los 15 hice mi primera serie y me fue gustando, atrapando y ya no he salido de ahí.

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¿Con qué soñabas en esos primeros años en los que te ibas atrapando? ¿Qué sueños has cumplido dentro de la profesión?

Bueno, yo creo que el principal, el haber vivido toda mi vida de esto, de lo que me gusta. Aposté por una cosa cuando era pequeño, y hoy en día poder trabajar siempre de la profesión que has elegido y más, en particular, de ésta, que es tan difícil y en la que somos tantos, creo que es el sueño mejor cumplido.

Siempre se dice quiero debutar en Hollywood, ¿era tu caso? ¿O al final uno cuando se hace mayor tiene otras metas?

No lo sé. La verdad es que me gustaría hacer un buen Shakespeare en el teatro. Me encantaría hacer verso, un ‘Romeo y Julieta’ o cualquier obra épica me encantaría, sería un sueño.

¿Qué proyectos tienes por delante? ¿Dónde podremos ver a Javier Pereira en los próximos meses?

Seguiré en ‘Amar es para siempre’ unos meses y voy a empezar una obra de teatro más adelante, ahí me podréis ver.

Cada año salen nuevos actores revelación, nuevas caras… ¿Cómo se consigue que te sigan llamando?

¡Qué difícil! (sonríe) No debería ser yo el que la contestara pero…Bueno, la verdad es que una de las cosas más difíciles en esta profesión es la de permanecer. Yo ya llevo 20 años y soy un afortunado. No sé qué es lo que ven ellos pero supongo que en parte el compromiso que tengo hacia la profesión, cómo me comprometo con un personaje, y cómo intento arriesgar y me involucro…Investigar mucho en los personajes, sobre todo en este personaje de ‘Qué Dios nos perdone’, entre otros muchos que he hecho, me lo preparo mucho, investigo… En este he llegado a perder 17 kilos y eso ha hecho que casi no se me reconozca. Como decía, es una carrera de fondo.

Alba Loredo