Recién llegada de Valladolid, ciudad donde había expuesto su obra como directora “Love that Jazz” el fin de semana anterior a nuestra cita, Isabel se acerca a la mesa donde la esperábamos llenos de preguntas.

¿La primera?, ¿con qué soñaba ser “de mayor” cuando apenas tenía 6 añitos?

Quizá intuíamos segundos de reflexión antes de su respuesta, una respuesta finalmente inmediata. ¡Ballerina de clásico!, afirmó con decisión. “Con 6 años descubrí que existían clases de ballet clásico tres veces por semana, me informé de cuánto costaba la matrícula y de si cabía la posibilidad de asistir en distintos grupos para así poder ir todos los días. Así que un día me presenté delante de mi madre y le dije: ¡quiero ser ballerina, ésta es la matrícula y quiero ir todo los días!”.

Después de una decisión como esa, a tan temprana edad, ¿qué fue lo que hizo que Isabel Prinz se bajará de sus zapatillas en punta?

14124162_964986400295002_445174682_oElla sonríe y señala que no fue más que una dosis de realismo. “Vivir del ballet en aquel entonces era impensable para cualquier bailarina que viviera y estudiara en Madrid, imagínate para una que lo hacía en Gran Canaria…” Y continúa entre risas que amenizan nuestro encuentro, “pero fue algo fantástico. Con la escuela de ballet subí por primera vez a un escenario, al antiguo Pérez Galdós, y gracias a ello descubrí que el lugar en el que me sentía más cómoda y segura era ese”, suspira a la par que da un sorbo a su caña y miramos el ajetreo de la gente un lunes cualquiera en Madrid a través de los cristales de nuestro particular palacete.

¿Cómo aterriza una joven promesa canaria en la ciudad madrileña?

Isabel narra cómo una de sus tías lejanas, “joven, viuda y rica”, se encaprichó con ella y le ofreció estudiar en las mejores escuelas alemanas. Nos cuenta que estuvo “a caballo” entre Gran Canaria y Alemania donde, con 10 años, realizó su primera interpretación sobre las tablas en una navideña obra teatral del colegio alemán al que asistía. Y recuerda con una frase contundente lo que sentía por su idolatrada tía Marta… “Mi madre me parió y me quiso pero, mi tía Marta me hizo”. Finalmente, después de muchas escalas, entre ellas Boston y Canadá, Isabel pisaría Madrid con 24 años para por fin quedarse.

Una larga trayectoria en televisión, cine y teatro avalada por los mejores directores y la compañía del mejor reparto, la llevan a pensárselo antes de responder cuál es el personaje al que más cariño ha tenido.

Pero una pícara doña Brígida en la venerada Don Juan Tenorio se rinde a sus pies. “El teatro clásico es tan bonito…, su lenguaje es tan rico, está tan bien escrito que sería casi delito no disfrutar de un personaje como ese”. Aunque, fiel a su espíritu aventurero asegura que el mejor papel está por llegar.

¿Su actriz favorita?

Muchas. Desde Lola Herrera a Concha Velasco, pasando por Carmen Machí.

¿Un actor al que admira?

Nacho Fresneda, uno de los actores protagonistas de la serie de Televisión Española, el Ministerio del Tiempo.

¿Una serie? Evidentemente, el Ministerio del Tiempo, aunque señala que le encantan todas aquellas basadas en hechos históricos como, por ejemplo, Isabel.

¿La película que repite cada vez que se regala un domingo de “mantita, peli y sofá”? Afirmando que son pocas las veces que se puede permitir ese tipo de regalos, no tiene dudas en decidirse por Lo que el viento se llevó, “una película llena de giros y de matices que he visto hasta en japonés”, sonríe.

Habiéndonos olvidado de nuestras bebidas nos metimos en una pregunta complicada, ¿en qué papel se encuentra mejor, en el de actriz, productora o directora? Pero Isabel, una mujer luchadora, trabajadora y pasional no se inclina por ninguna en concreto, le gusta lo que hace, disfruta teniendo que mimetizarse con personajes insólitos de la misma forma que le fascina poder ayudar en su función como directora.

Finalizada la entrevista, y abandonado nuestro acristalado palacete, Isabel hace de anfitriona para The Pocket Magazine en Madrid y nos lleva a uno de sus lugares favoritos, un antiguo teatro en Colón transformado en un mercado que esconde en multitud de detalles la esencia del cine.

Paola Bonilla