El invierno de 2019 presentaba, entre otras cosas, las colecciones y creaciones de diseñadores y marcas comerciales para el 2020. Las miradas estaban centradas en las apuestas por las hombreras, tejidos brocados, la llegada de la seda salvaje y el tweed. La temporada prometía riqueza, elegancia y estilo para así ofrecer la imagen perfecta.

Sabemos aquello de que “nunca hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión”. Cuando estudias estilismo, es una premisa.

Todas las pasarelas del mundo se llenaban de arte, las ferias comerciales vinculadas al sector hacían buenos números. A lo lejos, llegaba el runrún de una especie de virus que afectaba al continente asiático pero… quedaba muy lejos.

Quienes estudian las tendencias en moda auguraban que aquello era algo más que un sonido hueco. No en vano, Asia era y es un importante comprador de grandes marcas.

El primer cierre, en lo que a moda se refiere, lo veíamos en Australia. El continente antípoda, cerraba fronteras internas y externas. En España se celebra, los últimos días de enero de 2020, la pasarela internacional de moda, la Mercedes Benz Fashion Week de Madrid y, días después, la feria comercial.

Se respiraba vida, se movía el comercio y se pensaba en las siguientes temporadas.

Hasta que un fatídico día de marzo del 20, la vida nos cambió a todos. Los primeros tres meses la moda se durmió, los comercios cerraron y la vida, a grandes rasgos, quedó aletargada. Pasado ese tiempo, lo que logró el shock en inmovilizarnos, empezó la vida laboral en casa. Llamadas telefónicas, mails, vídeollamadas… Todo lo que fuera conectarnos para empezar, poco a poco, a movernos, a sentirnos vivos laboralmente.

El tejido empresarial se reinventa. Se crean intranets, descargamos todo tipo de plataformas para poder reunirnos virtualmente y decidimos arreglarnos para trabajar en casa.

No se trataba solo de trabajar, teníamos que adecuar el espacio correcto, acostumbrarnos a gestionar los tiempos de trabajo “at home”. Había llegado el homeworking o teletrabajo.

La moda se tornó cómoda. El algodón, el punto y los calcetines maravillosos se fueron convirtiendo en parte de nuestros outfits diarios. El legging dejó de ser un atentado a la elegancia y el jogger pasó a ser nuestro atuendo mágico. Tejidos suaves, jerséis amplios y cuellos voluminosos. Blazers tejidas y colores neutros. La gama de tintes tierras y tonalidades suaves.

En esa “nueva normalidad” llegó el verano, vestidos ligeros y satén para la noche. Sí, el pijama masculino se llenó de glamour al igual que Carrie lo empleó para salir a la calle con tacones y un voluminoso abrigo al ir a rescatar a Miranda de una entrada de Año Nuevo en soledad. 

Era algo que ya se nos permitía pero la tendencia de la comodidad, se imponía y continuábamos trabajando desde casa. 

En ese letargo, fue creciendo la creatividad, los diseñadores que movían tejidos joyas, decidían hacer una elaborada incursión en nuevos materiales y el comercio a pie de calle, había recibido el beso para despertar de su… llamémosle sueño.

El año 2020 fue extraño en nuestras elecciones de estilismos pero al mismo tiempo, deseábamos el brillo y la riqueza como símbolo de la normalidad más absoluta.

Fue el año de las mascarillas de diseño. Muchas personas nos negábamos a llevar algo que no completara nuestro look sin dañarlo (esto es a vista de una persona enamorada de la moda, claro está).

¡Una vez más, reinventarse! 

Mascarillas seguras, divinas y con el consiguiente lugar donde llevarlas y guardarlas. Pasaron a ser parte de nuestra rutina y decidimos hacerlas nuestras.

Vivimos con un fondo de armario un tanto atípico. Saliendo de manera tímida y cauta zapatos maravillosos junto a calcetines o zapatillas para estar en casa llenas de pedrería, por ejemplo. Un palazzo con tejido de punto y un vestido maravilloso de hombreras prominentes.

El ser humano tiene una capacidad de superación, de agradecimiento, de sentir la vida y de aferrarse a ella, mágica. Así que decidimos ir reconstruyéndonos. Y volvieron las pasarelas de moda, sin público pero en streaming. Y las creaciones de diseñadores, y del comercio. Todos tenían un abanico enorme para aportar al nuevo mundo que se ponía en marcha.

Llegó 2021 lleno de motivación y de tendencias rotundas. Una explosión creativa con colores flúor para aportar a nuestras vidas esa fuerza que necesitábamos y asomando llegaba el más puro estilo lady para acudir de nuevo a la oficina.

Grace Kelly, Jackie Onasis o, la mismísima, Audrey Hepburn inspiraban las pasarelas casi de manera unánime. El gentleman también hacía acto de presencia. La inspiración venía de la mano del estilo inglés y de personajes de la talla de Cary Grant.

Con las tendencias masculinas pasó algo muy curioso, aparecía el estilo universitario o bien aquel que tan bien lucía, James Dean. Este university style se incorporó a las apuestas femeninas para el invierno de 2021. Y cuando no pensábamos jamás ver una falda lápiz con calcetines y jersey amplio… ¡lo vemos!

Debemos dedicar un párrafo a los tejidos ECO.

La tendencia del uso de prendas que no dañen el medio ambiente ya había cogido la fuerza necesaria para concienciar. En este año y medio pasado, se ha afianzado llegando más al street style. También hemos visto cómo han aumentado las prendas creadas a través de otras más antiguas, usadas y gastadas.

Sin duda, las palabras claves, fueron y están siendo, esfuerzo, resiliencia, constancia, reinvención y creatividad.

Vivimos tiempos diferentes que construirán nuevos tiempos maravillosos.

Rita Martín