Sara Herranz

Es época de fiestas, de cenas de empresa, de reencontrarte con viejos amigos, de disfrutar de comidas familiares… y de escuchar las mismas preguntas incómodas que, si estás soltera y sin hijos, habrás oído más de una vez: ¿No sales con nadie ahora? ¿Cuándo te casas? ¿Has pensado en tener hijos?

Nos consideramos personas tolerantes. Queremos pensar que lo somos. Nos mostramos abiertos a los diferentes tipos de parejas que cada vez son más visibles en la sociedad y comprendemos otros estilos de vida. Sin embargo, ser mujer, tener más de 30 años y estar soltera enciende las alarmas en algunos entornos.

Se ha escrito mucho sobre la solterofobia y la presión de los solteros por emparejarse para así “alcanzar la felicidad”. Y es cierto que la sociedad empuja tanto a hombres como a mujeres a cumplir este estereotipo, pero ellos lo han tenido más fácil. Hoy la mujer es libre y tiene el control de sus relaciones, pero durante siglos estuvo sometida a la dependencia de un hombre-marido para su supervivencia económica. Hasta no hace muchas generaciones, crecíamos con cuentos infantiles en los que la gran mayoría de los personajes femeninos existían en la medida en la que estaban relacionados con el protagonista masculino. Las mujeres quedaban siempre relegadas a la trama romántica y a un papel secundario en la historia. Estas ideas, sobre la búsqueda del príncipe azul o el mito de la princesa rescatada, aparecen por primera vez cuando aún somos muy pequeñas y continúan reproduciéndose durante nuestra vida adulta en canciones, series, películas, novelas… perpetuando roles caducos.

Entiendo que la tendencia a emparejarse es algo natural, pero mis amigas solteras están aburridas de justificar su estado sentimental y de evitar las citas a ciegas con “ese amigo que es perfecto para ti”. Porque estar soltera no significa necesariamente estar disponible. En mi caso, mantengo una relación estable pero no creo en el matrimonio y no me planteo tener hijos, de momento. En algunas conversaciones me he sentido juzgada por la decisión de no vivir con mi pareja. Y encima, mi buscador de Internet parece estar más preocupado que yo misma en mi fertilidad, porque desde que cumplí los 30 no me sugiere otra cosa que anuncios de test de embarazo y apps para medir mis días fértiles.

El estigma de la mujer soltera existe. A pesar de que hoy nadie diría que estar sin pareja supone algo así como estar incompleta, se sigue arrastrando el patrón conservador por el cual juntarse y formar una familia serían los “requisitos” para tener una vida plena. Me gustaría pensar que las cosas están cambiando… aunque los cambios sean lentos. Quizás la sociedad podría empezar a respetar de verdad nuestras decisiones. Y dejar de decirnos a las mujeres qué es lo que necesitamos para ser felices.

Sara Herranz, @saraherranz