
Dicen las malas lenguas que no podría haber existido mejor lugar que Francia, porque ellos saben como nadie lo de la libertad, la igualdad y la fraternidad, para que la actriz española Karla Sofía Gascón volviese a la vida pública. Libertad e igualdad necesitaba, la verdad. Lo de la fraternidad tiene su guasa tras aquellos tuits deplorables que la han retirado durante un tiempo del mundo.
Pero yo me pregunto ahora si el castigo ha sido proporcional al delito. Porque no seré yo precisamente el que quite gravedad a lo dicho, pero tampoco el que lapide a quien se ha disculpado hasta desangrarse. Cierto es que los perdones no siempre sanan las heridas cometidas, pero cosas más graves escuchamos a diario en los púlpitos de las naciones más poderosas del mundo y a pocos vemos protestar públicamente.
Sí, estoy hablando de esa nueva América de Trump y de sus nuevos muros, en todos los sentidos. Los muros de la vergüenza.
Un mes de castigo y lapidación pública absoluta a Karla Sofía Gascón no es proporcional al delito que cometió, por repugnantes que fuesen algunos de sus tuits. Pero en este mundo en el que hay más doctores que ciencia qué podemos esperar.
Voy a ir mucho más allá de esta polvareda porque he sentido que me hervía la sangre leyendo algunos de los comentarios repugnantes contra esa mujer que, les guste o no a sus detractores, ha hecho historia. No por ser la primera mujer trans nominada a los Oscar como tanto se ha dicho, sino por ser la segunda actriz española en conseguirlo, después de Penélope Cruz, aunque se le haya escapado la estatuilla.
Pero claro, en este mundo nuestro de las libertades ahora resulta que cualquier cobarde, amparado en la clandestinidad de la red social, puede tildar a Karla Sofía Gascón, más allá de sus terribles tuits, de “Manolo”, de “maricón”, o lo que es aún más grave e hiriente, de “puto hombre”. He leído otras aberraciones aún peores que no sabría reescribir sin dañar vuestros ojos de lectores de bien.
Qué vergüenza me da que algunos diablos escupan tanto odio intentando convertir nuestro mundo en una gigantesca dictadura dirigida por personas huecas llenas de absurda vanidad, sin más oficio que el de empobrecer al ser humano y arrancarle hasta el último vestigio de libertad. ¡Qué sinrazón!
Muchos de esos diablos se amparan en los cacareados tuits de la actriz, pero en el fondo, una vez más, lo que critican no es su mala acción, sino su nueva condición de mujer. No nos engañemos, porque más allá de sus deplorables opiniones de antaño, el único y verdadero delito que ha cometido Karla Sofía Gascón para la opinión pública y por el que la han condenado, ha sido el de querer ser una mujer libre. Sí, lo he escrito bien, una mujer y libre. Si aquellos tuits los hubiese escrito un hombre poderoso no se habría armado este revuelo.
Esto no puede ir de sexos. Ni de modas. Ni de políticas. La libertad de las personas está por encima de toda política, de toda corriente y de toda condición. La libertad es el mayor tesoro de los seres humanos. Pero algunos, pobres, se empeñan en olvidarlo.
La libertad Sancho, la libertad…
Nacho Montes