Se puede ver en las marquesinas de toda la ciudad; en la calle Arenal con calle Fuentes y al cruzar el paso de cebra de la calle San Mateo, en frente del Museo Romántico. Menuda la coincidencia… vaya con la ironía… porque Galdós vivió en esta calle y porque era un antiromántico. Lo suyo era la realidad como materia novelable.

La imagen muestra a un Galdós de 19 años, recién llegado de Las Palmas, que contrasta con la imagen típica, madura y sapiente, tan polvorienta. No os fijéis en la ropa anticuada, lo que importa aquí es el contenido; la transformación de un anciano hombre de letras por la de un joven deslumbrado por una ciudad de libro 60 años antes que Lorca y su “Poeta en Nueva York”.

Si es que ya lo decía Clarín…

“Soy de los que opinan que en la historia de los hombres, la de su infancia y adolescencia importa mucho, sobre todo cuando se trata de artistas, los cuales casi siempre siguen teniendo mucho de niños y adolescentes”.

Clarín

Galdós era una asignatura pendiente y Madrid por fin se pone a hincar los codos. Aquí tenemos a un auténtico “gato de bazar”, en palabras de Gómez de la Serna, el Galdós famoso entre sus profesores por sus pellas, el que se matriculaba en la universidad con un mes de retraso (¡ay!), el Galdós que prefería “flanear” por los Madriles durante el día y emborronar dramas y comedias por las noches.

Moraba con sus amigos estudiantes en la casa de huéspedes de la calle del Olivo (la que ahora conocemos como Mesonero Romanos – que era el apellido de su amigo Don Ramón, cronista perpetuo, “curioso parlante” y académico de número) desde la cual hacía como que estudiaba y gastaba en cafés tertulia lo que se ahorraba en comida.

Muchos estudiantes de otras provincias aún hoy siguen viniendo a estudiar a Madrid, haciendo el máster los nacionales y la Erasmus los internacionales, gastando lo que no tienen y divirtiéndose lo que no está escrito. Ardiente juventud de 1860, testigo de las vicisitudes de la política española entre revoluciones y pronunciamientos. Expectante juventud de 2020, testigo de Episodios Nacionales de tú a tú y no de “usted”.

Londres es de Dickens, París es de Balzac y Madrid es de Galdós: decimonónico, costumbrista, querido y siempre popular, porque retrató al pueblo y porque el pueblo se vio retratado por él. Sí, Madrid sigue siendo novelesco, sigue siendo Galdosiano. “Por doquiera que el hombre vaya lleva consigo su novela”, dicho por él mismo. ¿No será Madrid un borrador que se trajo consigo bajo el brazo?

Don Benito Pérez, caballero audaz, realista imaginativo. Este año la corte y villa conmemora en cine, paseos literarios, conferencias y una carpa especial en la Feria del Libro el centenario de la muerte del isleño más metropolitano de todos.

Max Venour