Cuando las ganas de conocer mundo vencen al bolsillo hay que buscar alternativas para ahorrar presupuesto y evitar los caros recibos de algunos hoteles. Sobre todo si tu destino se encuentra entre las ciudades más famosas de Europa. El alojamiento es uno de los principales problemas a la hora de preparar cualquier viaje; demasiado caro, demasiado lejos del centro, demasiado pequeño… a lo que hay que sumarle los numerosos gastos que un viaje supone.

Los amantes de la aventura quieren conocer el mundo de una forma barata, relacionarse con otras culturas y, si puede ser, no pasarse del coste estipulado. Esto es lo que se les debió pasar por la cabeza, allá por el año 2004, a los creadores de la plataforma Couchsurfing («surfeando sofás»). Un portal online que permite el intercambio cultural entre viajeros de forma gratuita, que a su misma vez pueden ser anfitriones, contando con 7 millones de usuarios en más de 100.000 ciudades alrededor del mundo. La web también ofrece la creación de eventos para que los usuarios se inscriban e intercambien idiomas o recorran juntos la ciudad.

Este tipo de páginas son las que llegan a tu vida y te salvan tras una búsqueda intensiva de hostales sin éxito que, a su vez se mezcla con unas ganas inmensas de viajar bajo todo pronóstico. Couchsurfing es, en definitiva, una forma maravillosa de conocer la cultura de un lugar desde sus entrañas, sin quedarse tan solo en la superficie.

Desde The Pocket Magazine surfeamos sofás y el destino escogido para probar esta experiencia fue Düsseldorf, una ciudad cosmopolita situada en el noroeste de Alemania, a tan sólo 60 km de la frontera con Holanda, que respira numerosas culturas y sobre todo, una ciudad con historia. Nada más llegar en tren desde el Aeropuerto de Weeze (la opción más barata para volar a este destino) después de siete horas de trayecto no apetece otra cosa que descalzarte y beberte un buen té caliente. Eso fue lo que nos ofreció nuestro primer couchsurfer (anfitriones de Couchsurfing), llamado Hans. Un joven publicista, originario de la ciudad vecina Frankfurt, que llevaba 6 meses viviendo en un pequeño ático en el centro de Düsseldorf. Uno de sus intereses principales era que los viajeros que se instalaran en su piso conocieran la belleza de la ciudad y supieran apreciarla. La primera impresión fue acertada, un chico bastante educado y con gran fluidez en inglés, como demostraban ya los mensajes que habíamos intercambiado con antelación. El mentor deseado por todo aventurero.

Recomendaciones

Una de las claves para alojarte con couchsurfers internacionales es examinar su perfil, revisar las diferentes referencias que dejan los visitantes anteriores para no dar con ninguna opinión negativa que te haga cambiar de parecer. Pero lo más importante es intercambiar mensajes con nuestro futuro anfitrión. Nunca con demasiada antelación, ya que la persona no sabe qué puede estar haciendo a dos meses vista, se recomienda que sea 2 ò 3 semanas antes de la fecha acordada. Una de las señales a tener en cuenta durante el proceso de selección es que conteste a tus mensajes con asiduidad. Significará que está atento y que se interesa por sus posibles huéspedes. Si esto lo complementa con su número de teléfono, será una garantía de que nos puede asegurar una estancia sin riesgos.

Cierto es que Couchsurfing te facilita un porcentaje de seguridad en tu alojamiento con algunos trucos como la verificación de perfiles de usuarios, decidiendo pagar una cuantía fija mensual, y que garantiza su buena hospitalidad o los mensajes de otros usuarios que te alertan con experiencias negativas. Pero alojarse por esta vía supone arriesgarse. Correr un riesgo a que esa persona no nos abra la puerta, no nos conteste a los mensajes una vez ya en el país de destino o numerosos problemas que supone convivir con una persona extraña.

Experiencia

Hans, el publicista residente en Düsseldorf, no parecía ser una persona sin palabra. Sin embargo, lo fue. En el segundo día de estancia en esta ciudad, nos comentó que tenía una cena de empresa y que ese mismo viernes llegaría un poco tarde. Aceptamos las condiciones y nos citamos con él a las 11 de la noche en el pub bajo su edificio.

Decidimos, a pesar del cansancio, recorrer las calles de una ciudad vestida por el silencio. A las 10 pm y nos adelantarnos a nuestra cita. A las 12 y media de la noche, tras varios mensajes y llamadas a Hans sin éxito, empezamos a cuestionarnos la idea de ir a un hostal cercano. Ni siquiera el buen rock alternativo de los altavoces, ni las continuas miradas de pena hacia el zumo de maracuyá que llevaba en nuestras manos ya cuatro horas, nos hacía cambiar de cara. Entonces fue cuando el dueño del pub, tras apagar la música y ver que seguíamos ahí, decidió preguntar si todo iba bien. Y nada iba bien.

Hans llegó a las 5 y cinco de la mañana, exactamente 6 horas y cinco minutos después de nuestra cita. Llegó borracho y sin tino a la hora de abrir la puerta. A pesar de los nervios, un «nos vamos» sirvió para decir adiós.

Pero lo peor no había pasado. Solo quedaba caminar hacia el albergue, aquel que todo aventurero debe localizar por posibles imprevistos como éste. “FULL. FULL. FULL”. Es lo que nos decían en todos los albergues, hostales e incluso hoteles lujosos a los que entramos.

Nos rendimos. Y sin dormir, decidimos no parar de caminar hasta que amaneciera. Tuvimos suerte. A la mañana siguiente y tras 28 horas sin dormir todo aquello había terminado.

Aunque esta plataforma de viaje no había logrado una buena primera impresión por nuestra parte, decidimos repetir dos días después con otro couchsurfer, esta vez en Goch. Para Chris, éramos los huéspedes número 213 que dormían bajo su techo. Increíble. Este hombre humilde logró cambiar nuestra percepción en tan solo 24 horas, un día entero en el que nos enseñó su ciudad e intercambiamos historias. Definitivamente, esta última y segunda vivencia bastó para considerar la opción de volver a «surfear sofás» por todo el mundo.

Couchsurfing es una buena alternativa a los viajes convencionales, la mejor forma de convertir todos los viajes de nuestros sueños en realidad. Con compañías aéreas low cost y opciones de alojamiento como ésta en la que puedes tener un sitio donde dormir a coste cero, ahora sí podemos hacernos llamar “ciudadanos del mundo”. ¿Y tú?, ¿surfeas sofás?

 

Ivory Samos