Tal día como hoy hace tres siglos la tierra se abrió en Lanzarote para no volverse a cerrar hasta pasados seis años. La erupción de Timanfaya sigue siendo una de las más trascendentales, destructoras y duraderas de la historia reciente de Canarias.
Con la erupción de Timanfaya, el paisaje de la isla y la vida de las personas que allí residían cambiaron para siempre y, aunque al principio resultó un acontecimiento devastador, en la actualidad es el principal motor económico de Lanzarote.
Lo que sabemos sobre ese episodio eruptivo es gracias, en parte, a los manuscritos de la población local que lo vivió como Don Andrés Lorenzo Cubelo, el cura y párroco de Yaiza. Si quieres saber más sobre cómo se formó el actual Parque Nacional de Timanfaya, ¡sigue leyendo!
1 de septiembre de 1730
«El 1º de Septiembre entre las nueve y diez de la noche la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos leguas de Yaiza”, así comienza el diario escrito por el párroco Don Andrés Lorenzo Curbelo en el que narra cómo se vivió la erupción de Timanfaya, la más grande de toda la región de la Macaronesia.
Como bien informa el cura, todo comenzó en la noche del 1 de septiembre de 1730. El primer volcán de los más de veinticuatro que posee el Parque Nacional lo hizo cerca de la antigua aldea de Chimanfaya (nombre que ha devenido en Timanfaya) y es el que hoy conocemos como Caldera de los Cuervos o Volcán del Cuervo.
Al principio, explica Curbelo, “la lava se extendió sobre los lugares hacia el norte” y, a diferencia del volcán de La Palma, “lo hizo con tanta rapidez como el agua, pero bien pronto su velocidad se aminoró y no corría más que como la miel”.
Al emitir lava tan líquida esta pudo expandirse más y en menor tiempo por este lado de la isla agravando las consecuencias y los daños. Aunque, como ya sabemos, esto fue solo el inicio de un evento eruptivo que no concluyó definitivamente hasta 1736.
Un tercio de la isla se cubrió de lavas y ceniza
Si alguna vez has visitado el Parque Nacional de Timanfaya te habrás podido dar cuenta de su extensión y lo que abarca en relación al total de Lanzarote. Según los cálculos realizados por los vulcanólogos que han trabajado en la isla, se estima que un tercio del territorio de la isla quedó sepultado por las lavas y la ceniza tras concluir la erupción.
¡Y no es para menos! En total fueron más de 2000 días en los que un centenar de bocas eruptivas prácticamente alineadas emitieron gases, bombas, lapilli, ceniza y cerca de mil millones de metros cuadrados de lava.
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El 44% de la población emigró y 11 poblaciones desaparecieron
A parte de describir cómo fue la erupción de Timanfaya, el cura y párroco de Yaiza también narra en sus manuscritos las consecuencias que este evento tuvo para la población.
Para que nos hagamos una idea, se estima que cerca de la mitad de la población (4.977 personas) de la isla tuvo que emigrar a Fuerteventura y se llegó a valorar incluso la evacuación total de Lanzarote.
Tingafa, Mancha Blanca, Santa Catalina, Mazo, Rodeo y Timanfaya y otros 20 núcleos poblacionales se vieron afectados gravemente debido a las acumulaciones de ceniza, tal y como pudimos ver en la erupción de La Palma.
De hecho, a causa de la erupción de Timanfaya, once poblaciones fueron sepultadas bajo las coladas, más de veinte mil hectáreas de terreno fértil se quemaron, una treintena de caseríos perecieron, así como manantiales, aljibes y otros sistemas de aguas que suponían uno de los recursos más importantes para la economía local.
El resurgir de las cenizas
Cuando en 1736 la actividad eruptiva de Timanfaya cesó – aunque volvería activarse de forma puntual durante tres meses en 1824 – la población que había emigrado empezó a retornar. No todos lo hicieron ya que el temor a que la tierra se despertara de nuevo permanecía latente.
Lo que en aquel momento resultó ser una desgracia sin igual, con el tiempo, los habitantes de Lanzarote buscaron la forma de transformarlo en una oportunidad. Así fue como los pastos, que antaño alimentaban a la ganadería insular, se sustituyeron por viñedos. Los mismos que hoy albergan un sinfín de variedades de “Denominación de Origen” con un prestigio mundial.
Además del vino y su particular proceso de cultivo, el turismo es otro de los pilares de su economía. Gracias a la labor de artistas como César Manrique que supieron enaltecer la belleza natural de Lanzarote sin romperla ni alterarla.
¿Y tú conocías la historia de la erupción de Timanfaya? ¿Has visitado alguna vez el Parque Nacional? Te leemos en comentarios.