Con motivo de los Juegos Olímpicos de París 2024 entrevistamos a la remera española Aina Cid para conocer su historia y visibilizar el esfuerzo y trabajo que hay detrás de una competición tan importante como son las olimpiadas.

¿Cómo te iniciaste en el mundo del remo? ¿Qué te atrajo de este deporte? ¿Y de la modalidad de “dos sin timonel”?

Yo empecé en el remo porque en la ciudad donde yo vivía, Lamposta, el remo es bastante popular y mi padre en ese momento estaba involucrado con el club. Era veterano del club y remaba, iba a bastantes competiciones y yo acudía a verle. 

Un verano, me propusieron hacer un curso de remo, lo hice y me gustó mucho. Comprobé que se me daba bien porque avanzaba mucho más rápido que otros compañeros que tenían ese curso. Por lo que, al año siguiente, me apuntaron para empezar a remar un poco los fines de semana y entrenar. Fue así, también me animé a apuntarme al campeonato de Cataluña que, para mi sorpresa, gané ya el primer año. 

Yo creo que el hecho de querer estar ahí, ver que se me daba bien y disfrutarlo, sin duda, fue lo que más me “enganchó”. Respecto a la modalidad, no fue realmente hasta que volví en verano de EE.UU, me marché a estudiar la carrera universitaria, y fue cuando lo probé. Es una categoría muy difícil pero, al mismo tiempo, si eres capaz de remarla bien es más fácil que otras, por así decirlo (sonríe). 

Clasificar en esta modalidad para los primeros juegos fue lo que nos hizo seguir por este camino.

¿En qué momento decidiste que querías dedicarte de manera profesional al remo? 

Sinceramente, la decisión de querer ser profesional en este deporte creo que la tomé bastante pronto. De hecho, yo recuerdo en los Juegos de Beijing en 2008, tener muy claro que lo que quería era unos Juegos Olímpicos y quería ir remando. ¡Con 14 años!

Respecto a mi círculo, mis padres veían que se me daba bien, por lo que ellos en todo momento me han apoyado. De hecho, en ningún momento, me han puesto ninguna barrera ni ninguna mala cara por querer dedicarme al deporte. ¡Al revés! Siempre, siempre, siempre, he tenido el apoyo de mi familia.

Estos ya son tus terceros Juegos Olímpicos, ¿cómo te estás preparando físicamente para estas olimpiadas? ¿Y a nivel mental?

A nivel físico, realmente la preparación para estos terceros Juegos no es nada diferente. El director de entrenadores es el que crea el programa de entrenamiento, por lo que no hay nada que podamos decidir nosotros más allá de eso. 

Pero sí que es verdad que, a nivel mental, lo estoy abarcando de una forma diferente. No tanto el hecho de los Juegos, sino la previa. Mi intención es disfrutar del proceso, pasarlo bien, aprender todo lo que pueda y luego llegar a los juegos con todo el trabajo hecho y disfrutar, aparte de competir y rendir al máximo. 

Al final, lo que a mí me gusta es poder entrenar y disfrutar de ello, y la verdad es que, antes de los Juegos de Tokio no lo conseguí, pues fue una época muy difícil para mí y no lo disfruté nada. De hecho, el resultado fue doloroso porque, aún siendo un sexto y un diploma olímpico, sabía a derrota. Considero que llegamos a la final y no rendimos lo que teníamos que rendir. 

Ahora mi objetivo principal a nivel psicológico es disfrutar del proceso, pasarlo bien y, con ello, llegar al máximo rendimiento que tengamos, pero llegar a las regatas y dar ese 100% de rendimiento que podamos conseguir en estos meses que nos quedan.

Las competiciones como estas, ¿enganchan?

En marzo-abril es cuando empieza todo a moverse, pues comienzan las competiciones que, para nosotras, es la parte más interesante de nuestro deporte y para lo que trabajamos durante todo el año. 

El invierno es muy pesado, pero sí que es verdad que cuando llegan las competiciones se ve como una recompensa. 

¿Cuál ha sido el momento más importante de tu trayectoria? 

Diría que mi momento más importante fue cuando clasifiqué por primera vez para los Juegos de Río con mi compañera Ana Boada. Ahí fue donde me di cuenta que no era imposible estar compitiendo a un nivel alto. 

¿Qué quiero decir con eso? Puede parecer curioso, pero en aquel entonces, yo tenía 21 años, ahora estoy cerca de los 30, es decir, ha pasado casi una década. La tendencia que había en el equipo absoluto es que los remeros cuando llegaban a la categoría absoluta ya nunca pisaban una final A, iban a finales B y se quedaban atrás…Como que llegaban a esa categoría y no rendían bien. 

Entonces, la percepción que había tenido durante todos mis años era “aprovecha los años de juvenil, ahí si quieres puedes hacer medalla”. Los años de sub23 sé que es más difícil, pero los compañeros tuyos han hecho medallas aún como sub23. Mi percepción era que cuando se acabaran mis años de sub23, la buena vida como remero y como competidor que quiere estar en finales se acababa. 

Por lo que, ese momento fue para mí lucidez. Me abrió los ojos en cuanto a mi modo de ver el rendimiento de la Selección, que luego obviamente ha ido mejorando. Desde entonces, creo que ha habido muchos cambios positivos. De hecho, ahora son cuatro botes los que están clasificados. 

¿Cuál ha sido el momento más difícil de tu trayectoria?

Respecto a lo más difícil, diría que fue el año preparatorio de Tokio, incluso ese propio año. Psicológicamente no estaba muy bien. De hecho, estaba en manos de especialistas porque no conseguía estar bien. Además, a nivel de equipo no teníamos la mejor relación. Teníamos muchas diferencias y era complicado llegar a entendernos. Eso, sumado a la presión de querer hacer un buen resultado sin estar bien… Para mí fue un año en el que no disfruté nada. 

Es más, mi lema en ese momento era “Aina, quien sufre más, luego va a ser recompensado”. Sin embargo, allí vi que, por mucho que tú sufras, no te mereces más que otro la victoria. Es como, “he tenido tan mal karma que ahora me va a venir el bueno”. Lo siento, pero creo que eso no existe realmente.

¿Cómo lo afrontaste?

Lo más duro fue justo después de los Juegos, cuando la final no salió bien y me di cuenta de que todo ese sufrimiento había sido en vano y que lo había pasado mal para nada. A partir de ese momento decidí que iba a cambiar esa mentalidad e intentar disfrutar del proceso y no sentirme culpable por estar disfrutando. Tenía la necesidad de “sobrepreocuparme” para ver si íbamos a ser rápidas o no. 

Para mí está siendo clave el hecho de confiar en mi equipo, en mi compañera y en mi entrenador. Dejarme llevar y no cuestionarme cosas que son ínfimas.

Aina Cid (b), Esther Briz Zamorano (s), Women’s Pair, Spain, 2023 World Rowing Cup II, Varese, Italy / Detlev Seyb/MyRowingPhoto.com

¿Cuál es tu lugar favorito para entrenar, por qué?

Uno de los lugares en los que más me gusta entrenar es en “mi casa”, o sea en el río Ebro. Sé que es complicado, porque no siempre se puede remar ni hay buen caudal de agua (todo depende de si llueve o no), pero si está bien, para mí es de los mejores sitios. 

Me aporta tranquilidad y me hace sentir en casa, pues al final es un lugar en donde yo crecí. Además, ¡puedes hacer todos los kilómetros que tú quieras!

¿Un sueño?

Diría que mi sueño es un dos en uno (ríe). Por un lado, conseguir ser campeona olímpica. Ese es un sueño que he tenido toda la vida, desde que era muy pequeña. De hecho, no soy profesional porque decidiera serlo, mi meta siempre ha sido ser campeona olímpica.

El otro sería que el remo, aunque sea un deporte minoritario, llegue a ser valorado como otros deportes que hoy en día se valoran más. Solo hay que ver el fútbol femenino, antes apenas se hablaba de él.

Creo que siempre estamos en la sombra y no me parece justo, pues nosotros trabajamos igual o más que, por ejemplo, un futbolista, pero el reconocimiento que tenemos es mínimo o inexistente. 

Uniendo estas dos cosas, mi sueño sería conseguir esa medalla de oro para dar a conocer este deporte, que sea más valorado y atraiga a más personas. 

¡Muchas gracias, Aina Cid! Te deseamos todo lo mejor.

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